Hesíodo por su parte cuenta que será, junto con Némesis (con la que parece haber estado estrechamente vinculada y de la cual era compañera), la última diosa en abandonar la tierra y regresar al Olimpo cuando la quinta edad esté por terminar en un baño de sangre e inmoralidad.
Se le consideraba una deidad física, y como tal, tenía un altar cerca del antiguo templo de Atenea en la Acrópolis de Atenas,[7] en Esparta había un antiguo icario con su imagen sagrada[8] y dos santuarios en Roma fueron dedicadas a ella.
Los atenienses, que son muy devotos, tienen imágenes dedicadas al Pudor, la Fama y el Empeño.
Pero de ninguna manera se revela tan solo en la vida, sino igualmente en la naturaleza.
En el Hipólito de Eurípides… «En la vega intocada, donde el pastor no se atreve a apacentar el rebaño, donde nunca irrumpió el hierro filoso, por donde sólo pasa la abeja en su vuelo primaveral: aquí reina Aidós vertiendo el rocío del elemento puro.» Aidós es todo un mundo, que abarca en el espíritu divino, todo lo vivo y elemental, lo «emanado de pureza» (Hölderlin), lo sagrado y el recato ante ello, todo en uno; es ser completo y perfecto en sí mismo.” [9] Relacionada con Aidos está Aischyne (Αἰσχύνη) que parece ser acaso otra forma de Aidos, y que pudiera ser entendida como honor, pudor o sentido de la vergüenza.