Vuelo 571 de la Fuerza Aérea Uruguaya

[6]​ El presidente del club, Daniel Juan, contrató un bimotor turbohélice Fairchild FH-227D de la Fuerza Aérea Uruguaya para trasladar al equipo hasta la capital chilena.

En una ocasión, y tras sufrir una colisión en vuelo con otra aeronave, sobrevivió a una eyección desde un F-80C, en 1963[cita requerida].

Esa mañana, las condiciones sobre los Andes no habían mejorado, pero se esperaban cambios para las primeras horas de la tarde.

[10]​ Como algunos pilotos consideraban que al avión le faltaba potencia, lo habían apodado el "trineo de plomo".

Probablemente, en ese momento los pilotos vieron la cresta negra que se elevaba delante de ellos bloqueándoles el paso .

[6]​ El avión continuó unos segundos más hacia adelante y 200 metros (660 pies) y hacia arriba cuando el ala izquierda impactó contra un afloramiento rocoso a 4.400 m (14 400 pies), lo que provocó que se arrancara del avión.

Segundos después, Daniel Shaw (ganadero) y Carlos Valeta (estudiante) cayeron del fuselaje trasero.

Nando Parrado se había fracturado el cráneo y permaneció en coma durante tres días.

Esa misma tarde cuatro aviones sobrevolaron la zona estimada del accidente hasta que oscureció.

Roy Harley usó sus conocimientos de electrónica para improvisar una antena con un cable del avión.

describió los momentos posteriores a este descubrimiento: Durante la primera noche murieron cinco víctimas más: el copiloto Lagurara, Francisco "Panchito" Abal, Graciela Augusto de Mariani, Felipe Maquirriain y Julio Martínez-Lamas.

Los pasajeros quitaron los asientos rotos y demás escombros del fuselaje para crear un refugio tosco.

Al día siguiente, más sobrevivientes comieron la carne ofrecida, pero algunos se negaron o no pudieron retenerla.

Sin otra opción, al tercer día comenzaron a comer la carne de sus amigos recién fallecidos.

[19]​ Ya antes de la avalancha, algunos sobrevivientes insistían con que su única opción era escalar las montañas y buscar ayuda.

La nieve que había enterrado el fuselaje comenzó a derretirse gradualmente con la llegada del verano.

Numa Turcatti, Antonio Vizintín, Roberto Canessa y Fernando Parrado asumieron en un principio la responsabilidad de salir a buscar ayuda.

También se les permitió no participar de las tareas diarias esenciales a la supervivencia del grupo, para conservar sus fuerzas.

A instancias de Canessa, esperaron casi siete días para permitir temperaturas más altas.

Uno de los miembros del equipo, Roy Harley, era aficionado a la electrónica y lo reclutaron para ayudar.

Durante parte del ascenso, se hundieron hasta las caderas en la nieve, que había sido suavizada por el sol de verano.

[5]​ Todavía hacía mucho frío, pero la bolsa de dormir les permitió sobrevivir durante las gélidas noches.

[5]​ Parrado vio dos picos más pequeños en el horizonte occidental que se encontraban libres de nieve.

[5]​[26]​ Mientras los expedicionarios recogían leña para encender un fuego, uno de ellos vio a tres hombres cabalgando al otro lado del río.

Parrado respondió:[5]​[26]​[30]​ Sergio Catalán, un arriero chileno, leyó la nota y les señaló que había entendido.

Catalán conversó brevemente con las otras dos personas que eran sus hijos y uno de ellos recordó que hace varias semanas el padre de Carlos Páez había pasado a preguntar por su casa si habían oído del accidente aéreo en los Andes.

Los arrieros no podían imaginar que alguien de ese accidente siguiera aún con vida.

Había traído el mapa de vuelo del piloto y llevó a los helicópteros montaña arriba hasta donde estaban los demás sobrevivientes.

Los pilotos estaban asombrados por el difícil terreno que los dos expedicionarios habían atravesado para buscar ayuda.

[26]​ Alfredo Delgado habló por los demás sobrevivientes y comparó su accionar con el de Jesucristo en La Última Cena, cuando dio a sus discípulos la Eucaristía.

El volcán Tinguiririca visto desde el valle del río Tinguiririca (Chile)
Los sobrevivientes desconocian que el complejo de veraneo abandonado Hotel Termas se encontraba a 21 km al este del lugar del accidente
Vista del pico al oeste que treparon Parrado, Canessa y Vizintín. El monumento en el lugar del accidente en primer plano fue creado después del rescate de los sobrevivientes
Zona del accidente. La línea verde punteada es la ruta de descenso de los supervivientes. Ambos caminaron unos 60 km durante 10 días.
Nando Parrado y Roberto Canessa (sentados) con el arriero chileno Sergio Catalán
El Museo dedicado al accidente y a los sobrevivientes en Ciudad Vieja , Montevideo , Uruguay
Excursionistas en el sitio del monumento a las víctimas y sobrevivientes del accidente con un obelisco de color negro instalado en 2006