Fue el hombre más poderoso del reinado de Felipe III.
Por su cargo de ministro del rey se convirtió en el hombre más cercano y de mayor confianza del monarca, consiguiendo incluso que éste trasladase desde Madrid la Corte a Valladolid (1601).
El duque efectuó una magistral operación inmobiliaria seis meses antes del traslado, comprando propiedades e invirtiendo en su propio beneficio, en lo que modernamente se conoce como especulación.
Cuando Felipe III estaba a punto de fallecer, perdonó a muchos reos que fueron a visitarlo, y con ese objetivo el Duque intentó acercarse, lo que no logró porque el conde de Olivares, futuro valido del hijo Felipe IV, mandó retenerlo en el camino.
Cuando le fue concedido el cardenalato corrió por Madrid una coplilla que decía: «Para no morir ahorcado, / el mayor ladrón de España / se vistió de colorado».
[1] De esta unión nacieron cinco hijos: Resulta curioso que el duque de Lerma haya tenido una repercusión como personaje literario igual o incluso menor que su propio secretario, Rodrigo Calderón, a quien Quevedo, Góngora, Villamediana y no pocos poetas anónimos más dedicaron sonetos y romances por haber afrontado con grandeza y gallardía su propia ejecución, algo que habían evitado como pudieron el duque y la mayoría de sus socios.
Por el contrario, los poetas áulicos dedicaron composiciones más cultas y de gran empeño al gran favorito, loando sobre todo el pacifismo, la pax hispanica de su política exterior.
El poeta conceptista español Francisco de Quevedo le compuso una oda o canción pindárica, el “Elogio al duque de Lerma, don Francisco” (1607-1609),núm.
Quevedo apoyaba al personaje hasta que se desilusionó en 1615, y entonces empezó a denigrarlo.
Además correspondió a su protector y mecenas componiendo las octavas reales del Panegírico al duque de Lerma en 1617, por más que el poema quedara inacabado; en ese mismo año obtuvo el anhelado puesto de capellán real.
Estas fantasías quedaron reflejadas en su retrato imaginario del favorito, así como en su drama Испанцы / Los españoles (1830), que compuso con solo dieciséis años.
Pinta al personaje principal como un valido amoral y maquiavélico, dispuesto a todo por ambición.