Pedro Fernández de Castro y Andrade

Sus primeras disposiciones en el cargo se encaminaron a la seguridad de los habitantes de Nápoles y luchar contra los bandoleros que campaban por doquier, amedrentando a la población; seguidamente, legisló para regular la actividad de los prestamistas y eliminar la usura, para a continuación aligerar la administración eliminando cargos superfluos.

Luchó por eliminar las enormes desigualdades sociales existentes, con una política encaminada a mejorar a los más necesitados, y puso en orden el caos cronológico, ya que coexistían en Nápoles cuatro calendarios vigentes.

«Yo, que tantas veces a sus pies, cual perro fiel, he dormido», diría Lope en una célebre epístola.

El tiempo es breve, las ansias crecen, las esperanzas menguan, y, con todo esto, llevo la vida sobre el deseo que tengo de vivir y quisiera yo ponerle coto hasta besar los pies de Vuestra Excelencia, que podría ser fuese tanto el contento de ver a Vuestra Excelencia bueno en España, que me volviese a dar la vida.

Si a dicha, por buena ventura mía (que ya no sería sino milagro), me diere el cielo vida, las verá, y, con ellas, el fin de la Galatea, de quien sé está aficionado V.

E., y con estas obras continuado mi deseo; guarde Dios a V.

También el economista napolitano Antonio Serra le dedicó su obra Breve trattato delle cause che possono far abbondare li regni d’oro e d’argento dove non sono miniere («Breve tratado de las causas que pueden hacer abundar el oro y la plata en los reinos que no tienen minas», 1613), escrita en prisión (que compartía con el filósofo Tommaso Campanella, por una conjura para independizar Calabria).

En ella se representa al Búho gallego parlamentando en un claro del bosque con otras aves ibéricas, que representan de manera satírica a los distintos reinos y provincias de España.

El VII conde de Lemos luchó denodada e insistentemente para que Galicia tuviera voto en cortes y no estuviera representada como hasta entonces por Zamora, situación que se consideraba humillante para el viejo reino; así, en 1520, una comisión de la nobleza pidió a Carlos I, una vez más, este derecho, aduciendo que «Galicia estaba sujeta a Zamora, con desdoro y descrédito de su grandeza».

En 1602, el ayuntamiento de Santiago de Compostela, le envía una representación para «ofrecelle todo agradecimiento que esta ciudad pueda hacer», y en 1610, en acta del mismo municipio, se le reconoce como «la persona a cuyo cargo está este negocio del voto»; constan en los archivos municipales las solicitudes para «que se haga merced de apretar en el negocio del voto».

El conde besó las manos del rey y sin cambiar otra palabra, y tras pasar, camino de la cámara real, ante su cuñado y artífice de la conspiración, el duque de Uceda, sin ni siquiera saludarlo, se retiró a Monforte, a entregarse a sus libros y tertulias; no exento de amargura, aunque su auténtico sentir figura en cartas remitidas a Bartolomé Leonardo de Argensola, al que afirma: «Si no puedes lo que quieres, querrás lo que puedes», «Lindos ratos me paso con los libros y con encomendarme a Dios.

En 1648 fallecería Catalina, que sería enterrada junto a su marido Pedro, bajo el siguiente epitafio grabado en láminas de bronce:

Se sabe que fueron ocultados en algún lugar del convento de Santa Clara, en Monforte, para prevenirlos de los pillajes, saqueos y destrozos en iglesias y conventos durante la invasión francesa.

Retrato de Pedro Fernández de Castro y Andrade, VII Conde de Lemos , grabado de Nicolás Besanzon por dibujo de José Maea para la serie de Retratos de los españoles ilustres publicada por la Imprenta Real de 1791 a 1814. Biblioteca Nacional de España .
Al VII Conde de Lemos, en Monforte de Lemos.