[7] Pero la partitura manuscrita original se perdió con la confusión provocada por el estallido de la Primera Guerra Mundial.La viuda del compositor, Ursula Vaughan Williams, había otorgado su consentimiento únicamente para la realización de una grabación, sin interpretaciones en vivo.Muestra el número de compases en cada movimiento y el total de toda la sinfonía:[5] Las súplicas para restaurar ciertos pasajes cayeron en saco roto: «Es demasiado largo, demasiado largo, y había una horrible música moderna en el medio, algo horrible.No podía soportarlo», le dijo a Bernard Herrmann, que había interpretado la versión de 1920 en Nueva York.No obstante, conforme a unas notas al programa para la interpretación dirigida por Albert Coates en mayor de 1920, sabemos que Vaughan Williams consideraba que esta sinfonía estaba destinada a ser escuchada como música absoluta y no como música programática.En dichas notas apareció la siguiente explicación:[15] En unas notas al programa para otra interpretación que tuvo lugar en diciembre de 1925 figuraban una serie de descripciones, que se pueden ver más abajo en su movimiento correspondiente.Le sigue una vigorosa sección, marcada Allegro risoluto, que está en compás alla breve y en gran parte en fortississimo.Le sigue el segundo tema, también enérgico, que está dominado por las maderas y los metales.Además hace alusión a "tener una banana" de la popular canción "Let's All Go Down the Strand", escrita unos años antes.Descripción del compositor, intercalada con observaciones de Butterworth y Michael Kennedy entre corchetes:[2][3][16] Se abre con las cuerdas tocando con sordina en pianissimo.Se escuchan diversos temas tranquilos interpretados de manera sucesiva por el corno inglés, la flauta, la trompeta y la viola.Para este paseo nocturno por el centro de Londres, el compositor recomienda al oyente imaginar el Westminster Embankment por la noche.En la versión original los dos últimos movimientos aportan un peso mucho mayor de melancolía eduardiana a la obra.Descripción del compositor, intercalada con observaciones de Butterworth y Michael Kennedy entre corchetes:[2] El Finale se abre con un tema de marcha grave, puntuado con una sección Allegro más ligera, con toda la orquesta tocando inicialmente forte y appassionato.[1][16][18] Desde la presentación de A Sea Symphony, apenas tres años antes, se había producido un cambio radical en la perspectiva y los sentimientos.Gustav Holst lo expresó con estas palabras:[17] Un día después del estreno, Butterworth escribió en un tono más sobrio para expresarle su admiración:[17] Sin embargo, el pleno impacto de la obra se vio acallado inicialmente por el estallido de la guerra y no volvería a escucharse en Londres hasta 1918.A pesar de las reacciones generales positivas, algunos críticos consideraron la pieza demasiado extensa y prolija.