[2] Pero también existieron otras razones, como las que señala Joseph Pérez: «España estaba alejada del epicentro de la revolución religiosa; las reformas introducidas en la disciplina eclesiástica y en las órdenes religiosas en los primeros años del siglo XVI, aunque limitadas, habían contribuido a corregir ciertos abusos; por último, las inquietudes religiosas habían adoptado en la península Ibérica una forma original.
Henry Kamen apunta otra más: «España no había experimentado desde el comienzo de la Edad Media ni una sola herejía que triunfara a nivel popular.
Aunque los brotes de protesta fueron perseguidos, merece la pena citar dentro de España a los movimientos albigenses del siglo XII y valdenses del siglo XIII, aunque este último perdura en la actualidad, sobre todo en Italia.
Su ideal sería una reconciliación irenista sin vencedores ni vencidos, que aseguraría la reforma necesaria de la Iglesia evitando el cisma».
En 1537 se vio obligado a abjurar de sus «errores», siendo recluido en un monasterio, pero Carlos V intervino ante el papa y consiguió que éste anulara la sentencia.
Algunos nobles protegieron a estos grupos que buscaban una religión interior más auténtica.<[12] Según Joseph Pérez, los alumbrados o iluministas, «preconizan un abandono sin control a la inspiración divina y una interpretación libre de los textos evangélicos.
Encinas, como el aragonés Miguel Servet, no regresó a España para no ser víctima de la Inquisición, como le sucedió a Francisco de San Román, que se había convertido al luteranismo en un viaje de negocios a Amberes y que fue condenado y ejecutado en 1542.
San Román suele ser considerado como el primer mártir de la Reforma protestante en España.
[16] Por otro lado, Encinas es autor de la primera obra publicada contra la Inquisición española.
No hay nada en estas propuestas que sea claramente luterano, al menos a primera vista».
[7] Henry Kamen achaca esta detención al clima represivo creado por el nuevo arzobispo de Sevilla e inquisidor general Fernando Valdés, «un hombre ambicioso e implacable que veía herejías por doquier».
«Eran humanistas que creían en una intensa vida espiritual y ninguna de sus opiniones era explícitamente herética».
[21] Además, John Fox en su libro Book of Martyrs [protestantes] afirmó que el doctor Gil y Constantino Ponce fueron «los primeros que casi al mismo tiempo descubrieron las tinieblas de España».
Poco después fue descubierto el grupo de Valladolid, y toda la familia Cazalla es detenida.
Carlos V, según Kamen, «vio con horror cómo en España surgía la misma amenaza que había dividido Alemania» y se decantó por la represión implacable.
Según Henry Kamen, «esta carta señala realmente un punto de inflexión en España.
En él veintiséis personas fueron condenadas por ser protestantes y de éstas doce fueron quemadas en la hoguera (entre ellas cuatro monjas).
[21] Dos semanas antes se había celebrado el primer auto de fe en Sevilla.
[21] En uno de ellos son exhumados los restos del predicador Juan Gil para quemarlos.
Además su Catecismo, publicado en Amberes en 1558, es examinado por un grupo de teólogos y obispos que encuentran en él proposiciones heréticas, así como en uno de los sermones pronunciados en el verano de 1558 en el que había denunciado que por miedo a ser considerado un luterano o un alumbrado nadie se atrevía a hablar abiertamente de ciertos temas y en el que además había defendido la oración mental, como preconizaban los alumbrados.
«Tras haber pasado diecisiete años en la cárcel, Carranza es puesto en libertad; muere unas semanas más tarde».
[28] Joseph Pérez también piensa que la persecución de los años 1559-1560 «consiguió la derrota definitiva del protestantismo en la Península.
El libro más famoso contra la Inquisición española es el Sanctae Inquisitionis Hispaniae Artes (Heidelberg, 1567) escrito por un misterioso Reginaldus Gonsalvius Montanus, que dice ser miembro del grupo de luteranos de Sevilla.