Norma (ópera)

Felice Romani realizó profundas modificaciones respecto a la tragedia de Soumet.

Musicalmente, Norma se caracteriza por sus melodías largas, dramáticas, muy ornamentadas e intensamente emocionales.

No influyeron menos la extraña severidad de la dramaturgia y la ausencia del momento más suntuoso, el concertante que tradicionalmente cerraba el primero de los dos actos, que cogió por sorpresa al público milanés.

Pero en Bellini, siempre debes cuidar la belleza de tono y la emisión correcta".

La entonces instaurada "nueva-antigua" tradición de Pasta-Callas fue sucedida por dos intérpretes muy diferentes, ambas herederas del renacido y depurado estilo dramático-belcantista: la turca Leyla Gencer, que interpretó el papel junto a Giulietta Simionato, y la australiana Joan Sutherland, secundada por la Adalgisa de Marilyn Horne.

[6]​ En la década de los setenta, otras cuatro expertas en el belcantismo debutaron como Norma: Radmila Bakočević, Montserrat Caballé[7]​ Beverly Sills y Renata Scotto.

No pueden desdeñarse fácilmente otras destacadas intérpretes del personaje, como Grace Bumbry y Shirley Verrett, las dos famosas divas afroamericanas que empezaron como mezzosopranos y con el tiempo empezaron a cantar el repertorio de soprano.

En los años ochenta y noventa, el papel de Norma fue interpretada por cantantes tan diferentes como Katia Ricciarelli, Anna Tomowa-Sintow, Marisa Galvany, Dame Gwyneth Jones, y Jane Eaglen.

Normas contemporáneas son Fiorenza Cedolins, Galina Gorchakova, Hasmik Papian, Maria Guleghina, Nelly Miricioiu, June Anderson, y Edita Gruberová.

La trama gira en torno al amor que siente la sacerdotisa Norma por Polión, procónsul romano.

El romance hace que Norma trate por todos los medios de acallar la rebelión contra Roma, esperando que se establezca la paz entre los dos pueblos y así no perder a su amado.

Norma queda conmovida por su historia (que tanto se parece a la propia) y, puesto que no sabe el nombre del amado, exime de sus votos a Adalgisa (dúo: Oh rimembranza!

Norma pretende matar a sus hijos por despecho, pero en el último momento es incapaz de cometer semejante crimen.

Va a pronunciar el nombre de Adalgisa, pero se ve envuelta en un sinfín de sentimientos contradictorios, debatiéndose entre la lealtad a su pueblo, el amor al romano y sus remordimientos por haber traicionado sus votos.

La culpa de Adalgisa es la suya y, en medio del asombro general, pronuncia su propio nombre, expresando su amor por Polión (dúo: Qual cor tradisti - "Qué corazón traicionaste").

Conmovido, Polión comprende la grandeza de Norma y decide morir con ella.

Esta circunstancia hace que durante el primer tercio del siglo XIX se pongan de moda las novelas ambientadas en la Galia o en otros pueblos prerromanos, considerados como los verdaderos orígenes distintivos del nuevo nacionalismo emergente en la sociedad de la época.

Por este motivo Alexandre Soumet, como otros escritores, se inspirará en antiguas leyendas de estos pueblos.

Bajo este árbol los celtas realizaban sus reuniones y hacían sus sacrificios rituales.

Romani se inspirará lejanamente en todos estos hechos, pero en lugar de poner en primer lugar las guerras entre druidas y romanos, colocará la apasionada relación entre los dos amantes pertenecientes a diferentes culturas antagónicas.

Esta complejidad interpretativa del personaje, unida a las dificultades vocales de una obra considerada prototipo del belcantismo, ha hecho que solo las verdaderamente grandes sopranos de la historia hayan podido afrontar el papel con la suficiente dignidad, tal es el caso de María Callas, Joan Sutherland o Monserrat Caballé.

Giulia Grisi como Norma. Interpretó a Adalgisa en 1831.
Escenografía conservada en el Museo Belliniano .