Luciano Urízar

Alabado por el rey Felipe III, el erudito Ortuño prestó importantes servicios a la corona española en Flandes, recayendo en su persona la responsabilidad de marcar las directrices de nada menos que la política económica hispana del primer tercio del siglo XVII.Las tropas carlistas volvieron a cercar la capital vizcaína en 1874, y esta vez Luciano tomó las armas como capitán de la séptima compañía de auxiliares, asistido por el teniente Pedro Mac – Mahón, el sargento Aureliano Smith y el alférez Alejo Tresario, catedrático de latín y humanidades.La abolición de los fueros vascos, decretada poco después, supuso para Luciano Urízar un serio disgusto.La alineación se hizo siguiendo la ría, entre el muelle y la calle María Díaz de Haro.Sabiendo de mi amistad con él —cuenta Enciso—, se empeñó en que le acompañara a Barcelona —en cuyo teatro del Liceo actuaba— y donde, a nuestra llegada, no sólo le visitamos, sino que cenamos también en su compañía.Nada se habló de teatros durante la cena; pero a los postres, don Luciano se dirigió a Gayarre diciéndole: “Don Julián: he empeñado mi palabra de que Vd.en letras sobre esta plaza veinte mil duros adelantados” (una fortuna en aquellos tiempos).Esta obligación, mi amistad con Don Julio y el cariño que profeso a Bilbao, adonde voy casi todos los veranos, me deciden.Iré a Bilbao, yo me encargaré de todo, y, si, como espero, las cosas van bien, ya nos arreglaremos.Enterado Gayarre de la triste noticia, pero consciente del problema que suponía para su familia la preparación de los contratos, contestó a Marcelino Goicoechea: “para las ocasiones son los amigos.Tranquilice Vd a su viuda, todo seguirá igual que sí Don Luciano viviese.Al día siguiente, la inesperada muerte del empresario propició que los bilbaínos escucharan por primera vez la voz de Julián Gayarre, no en un teatro, como esperaban y estaba anunciado, sino en un funeral en homenaje a la memoria de Luciano Urízar.La emoción se desató en el templo, en el que no cabía ni un alfiler, cuando Julián Gayarre subió por sorpresa al coro acompañado de una orquesta para cantar un aria di chiesa (aria sacra), del compositor Alessandro Stradella: Pietà, Signore, di me dolente!.- He querido tributar esta pequeña muestra de cariño al buen amigo Don Luciano, diría luego Gayarre.La última noche, después de los aplausos, coronas y regalos, Gayarre fue conducido de vuelta a su hotel entre antorchas encendidas, música, y hasta cohetes, siendo saludado a su paso por un público que le aclamaba con delirio.Luciano Urízar fue enterrado en el Cementerio de Mallona, tradicional camposanto de los liberales bilbaínos, y la prensa local de la época lo despidió con encendidos elogios: - «Un hombre a quien podía no querérsele si no se le conocía, pero a quien no podía tratársele sin querérsele.» - «Un genio vivo, fuerte y tal vez rudo, porque no se amoldaba fácilmente a las falsas exigencias de la sociedad.» - «Ocultaba un corazón tan hermoso, tan grande para hacer un acto humanitario.Él fue por tanto el que consiguió colocar a Bilbao a la altura de las grandes capitales de la ópera en Europa, facilitando la posibilidad de oír a las primeras voces líricas del momento: Gayarre, María Jesús Cepeda, Uetan, Antonieta Pozzoni, Kaschman, Giudetta Lodi, Adelina Patti...» El periodista Sabino de Goicoechea, el popular “Argos”, también le dedicó unas sentidas palabras desde las páginas del Noticiero Bilbaíno, de igual modo que el ilustre escritor vasco José Manterola, fundador y director de la publicación Euskal-Erria, quien escribiría lo siguiente: Luciano conoció a su mujer en Burgos.Los Urízar habían puesto en marcha una importante fábrica de papel continuo en aquella provincia.Su padre, bien relacionado con la sociedad burgalesa, presidió el Casino de Burgos.Luciano Urízar Echevarria compartió con su cónyuge, la virtuosa pianista Cesárea Roales San Martín, afición por la ópera, aprecio por la música clásica y la paternidad de nueve hijos.
El puente de Vizcaya de 1893, el puente transbordador más antiguo del mundo.
Teatro de los Campos Elíseos.
Gayarre en su debut en La Scala en 1876
Fachada del palacio de Yanduri, Sevilla.