Según algunos historiadores, como el profesor Barros Guimeráns, la primera revuelta organizada cómo Hermandad en la Baja Edad Media gallega es la de 1418-1422 en Santiago de Compostela.
La Hermandad Fusquenlla tuvo lugar en 1431, con Roi Xordo al frente, en las tierras de los Andrade.
Surgió más tarde, en 1451, la "primera hermandad" en las rías de Pontevedra y Arosa.
La nobleza gallega vivía un siglo XV de conflictos y confrontación internas.
Esta aguda crisis social y política favoreció el desarrollo de las Hermandades.
[13] Aparentemente, algunas de las villas gallegas más significativas, como La Coruña, Ferrol, Santiago, Lugo, Pontevedra o Betanzos, enviaron a sus representante para sancionar el nacimiento de la institución en Galicia.
[15] Además de eso, en la demanda también se indica que esta integración se había extendido no sólo a los nobles de sus fortificaciones, sino también a sus vasallos.
Esta exigencia representa la confirmación última de las intenciones ya presentes anteriormente, como indican las precauciones tomadas por el conde de Lemos que se mencionaron antes.
La revuelta estaba encabezada por figuras relevantes, incluidos caballeros e hidalgos, mismo parte de la aristocracia urbana.
Así, Lope García de Betanzos declara "pues toda lana gente de él te lo dice reino andaba en favor de lana te la dice hermandad y hera contra ellos y ellos en el tenían favor ninguno, porque sus mismos basallos eran contra sus señores...".
Los autores más próximos a estos acontecimientos relatan la lista de castillos, fortificaciones, simples torres o casas fuertes que fueron total o parcialmente derribadas.
Por eso ordenó a la Hermandad Los irmandiños habían formado ejércitos en las comarcas, que se juntaban para acometer grandes asedios o batallas, implicando o pretendiendo implicar en alguna ocasión al conjunto de Galicia.
Existen pruebas de que la movilización fue bastante general en las ciudades y en el campo (se perdieron cogidas), por lo menos entre las personas comunes.
Es errónea la imagen de los irmandiños enfrentándose con aparatos agrícolas: contaban con experiencia militar previa en los ejércitos feudales, y tenían armas en sus moradas.
La infantería y la escasa caballería de las milicias usarían las mismas armas que los ejércitos señoriales.
El interclasismo del seno de la Hermandad (nobleza alta y baja, clero, burgueses y campesinos) no permitió posiblemente mantener su unidad después del triunfo.
Esta situación provocó que los señores gallegos prepararan su retorno, reorganizándose y procurando apoyos.
[26] El ejército de Fonseca, Pimentel y Soutomaior, con un total de trescientas lanzas, entre castellanos, portugueses y gallegos, venció en la batalla de Balmalige (lugar aún indeterminado que aparece en la documentación del Pleito Tabera - Fonseca) posiblemente en el entorno del monte Almáciga a diez mil irmandiños comandos por Pedro Osorio.
Esta victoria resultó al cabo decisiva, pues dos meses más tarde, en julio de 1469, la ciudad de Santiago se vio obligada a abrir las puertas al arzobispo "y después se conçertara con lana te la dice ciudad y lees juró sus costumbres y prebillegios de se los guardar y se lee había entregado lana te la dice ciudad".
Tal vez no fue "posible" por el carácter masivo del movimiento contra las fortificaciones y anti-señorial.
Cuando el mariscal lo instaba a "llenar los robles de vasallos [ahorcados]", el conde le respondió que "no se iba a mantener de robles".
En efecto, como indica Carlos Barros, un Estado Moderno, sujeto la una monarquía absolutista, sólo se puede imponer una vez que los grupos populares derribaron, irreversiblemente, las fortalezas, no sólo las físicas (fortificaciones), sino también éticas (consentimiento) del poder señorial.