A finales del siglo XIX, el Caso Dreyfus suscitó en la Tercera República Francesa la división enconada de la opinión pública y los grupos políticos e intelectuales.
Quedó demostrada la capacidad movilizadora de estas ideas en una sociedad industrial, gracias en buena medida a su amplificación y difusión por los medios de comunicación (en ese momento la prensa, a la que se añadirá el cine y la radio en el primer tercio del siglo XX).
Tales habrían sido los responsables del aparato de propaganda antiespañola que se denominó Leyenda Negra.
El éxito de su hermano Ramón Franco, el aviador que consiguió cruzar el Atlántico, conocido por su ideología progresista y pertenencia a la masonería, habría acentuado en Francisco Franco, según estas fuentes, la sensación de inferioridad.
[7] La expresión no es una maledicencia de sus enemigos, se recoge también en medios afines al franquismo.
Yo he leído en el Estado Mayor del Capitán General de la Isla cartas que destilaban sangre.
En el ambiente militar se acerca a las publicaciones anticomunistas que se editaban en Francia (por las «ligas» de extrema derecha como Action Française, Solidarité Française o Le Faisceau) y se adhiere en mayo de 1934 a la Entente Internacional Anticomunista, con una carta en la que expresa su deseo de «cooperar, en nuestro país, a vuestro gran esfuerzo».
[9] Su ascenso hasta la jefatura del bando sublevado en la guerra civil española le permitió concentrar la represión en aquellos que percibía como antiespañoles: masones e izquierdistas, rasgos que veía en la totalidad de los defensores de la República.
El posterior acercamiento a los Estados Unidos puso en sordina toda esa retórica junto con el resto de referencias fascistas demasiado explícitas, que a pesar de todo no desaparecieron completamente hasta el final del franquismo.