Por este presunto crimen la Inquisición procesó a varios conversos, mientras que las autoridades civiles hicieron lo propio con dos judíos.
Durante el siglo XVI se desarrolló una leyenda hagiográfica acerca del Santo Niño, cuyo culto continúa celebrándose en La Guardia.
[2] Durante la Edad Media europea fueron frecuentes las acusaciones falsas de este tipo contra los judíos.
En España, las Siete Partidas se hacen eco de esta creencia popular:
Esta última se saldó no solo con la ejecución de dieciséis judíos hallados culpables del crimen, sino con el asalto popular a la aljama de Sepúlveda, que se cobró varias víctimas más.
[4] Lo mismo afirma Luis Suárez Fernández: "La circunstancia resulta sorprendente, pues un judío no podía ser apresado y encarcelado por la Inquisición.
¿Se trataba acaso de un converso que había retornado a su antigua fe?
El prisionero, utilizando varias palabras en hebreo, pidió al fingido rabino que comunicase al rabino mayor de Castilla, Abraham Seneor, que se encontraba preso por la muerte («mitá») de un muchacho («nahar») que había servido a la manera de aquel hombre («otohays», eufemismo para hacer referencia a Jesucristo).
La segunda vez que fue visitado por los dos hombres, Yosef no volvió a mencionar ese asunto.
[9][10] Las declaraciones posteriores de Yosef implicaron a otros judíos y conversos.
Según Baer, «parece que los acusados confesaron parcialmente y declararon contra los otros con la esperanza de verse libres por este medio de la trampa que les había tendido la Inquisición».
[12] Cuando se leyó la acusación, Yosef Franco gritó que era «la mayor falsedad del mundo».
Incluso se realizó un careo entre Yosef Franco y Benito García, el 12 de octubre; en el protocolo de dicho encuentro se dice que sus declaraciones fueron concordantes, lo cual es sorprendente, ya que las anteriores habían sido contradictorias.
En la fase final del proceso, se hicieron públicos los testimonios, y Yosef Franco intentó refutarlos sin éxito.
"Puede decirse que en último extremo se salvaron las formas", afirma Luis Suárez.
De nuevo, Joseph Pérez y Luis Suárez Fernánde, dan una información diferente.
Durante el siglo XVI fue creándose una leyenda según la cual la muerte del Santo Niño habría sido semejante a la de Jesucristo, llegándose incluso a destacar similitudes entre la topografía del pueblo toledano en el que supuestamente ocurrieron los hechos y la de Jerusalén, donde murió Jesús.
Para hacer su conjuro necesitaban una hostia consagrada y el corazón de un niño inocente.
En el momento de la muerte del niño, su madre, que era ciega, recobró milagrosamente la vista.
Tras la supuesta muerte del Santo Niño, se le atribuyen también varias curaciones milagrosas.
La hostia consagrada se conserva en el monasterio dominico de Santo Tomás, en Ávila.