El evento convocó a numerosas asociaciones, militantes y amigos de la causa bereber, originando un fructífero e intenso debate sobre la misma, y propuso un siguiente encuentro.
En la actualidad, la presencia del pueblo amazig abarca los países de Egipto, Libia, Argelia, Túnez, Marruecos, las Islas Canarias (España), Mauritania, Níger, Mali y Burkina Faso.
El caso de los tuaregs presenta una naturaleza muy particular puesto que al estar disgregados por seis Estados distintos, su estilo de vida tradicional y su supervivencia se ven amenazados constantemente.
En este contexto tiene lugar la conocida como Primavera Bereber, que lleva al gobierno argelino a reconocer informalmente la existencia del pueblo amazig en 1994—no se produjo, sin embargo, ningún cambio en las provisiones de la constitución que los reconocieran o amparasen.
La aprensión desarrollada desde entonces en la Cabilia fue una constante en la política del movimiento independentista que, tras la separación de Francia en 1963, mandó a un regimiento militar para neutralizar la sublevación bereber.
A partir de los años noventa, el berberismo adquiere una renovada trascendencia política como movimiento popular, en un momento en que el país inicia un proceso de transición democrática.
Ahmed Bukus, decano del Instituto Real Marroquí de la Cultura Amazig denuncia la dificultad que supone hacer frente a la burocracia para el reconocimiento real del tamazight.
No obstante, el proceso de dominación política iniciado a finales del siglo XIV por parte de los árabes y su posterior simbiosis con la cultura bereber facilitó la implantación del árabe como lengua oficial, suplantando y condenando al bereber al ostracismo.
Así, familiares y profesores contribuirían acelerando el proceso de arabización, aún operante hoy día, prohibiendo el uso del zenaga a los estudiantes y en lugares públicos.
Los árabes aprendieron a desarrollar un complejo de inferioridad sobre los bereberes hasta hacerles sentir avergonzados de su conocimiento del zenaga—se sabe que algunos beidanes fingían no saber hablarlo, y que incluso algunos eruditos lo prohibían a sus hijos por miedo a ser reprendidos si no pronunciaban el árabe de forma nativa.
El carácter reivindicativo de los tuaregs se ha visto marcado por las disputas no solo con los gobiernos pos-coloniales, sino con otros pueblos subsaharianos, como sucedió en 2014 con el estallido del conflicto en Ubari entre tuaregs y tubus.
La revuelta, que contó con apoyo militar y diplomático de Argelia y Marruecos, fue sofocada por una acción brutal del ejército maliense que depuso a los 35 líderes de los distintos clanes.
Encabezada por el Movimiento Nacional para la Liberación del Azawad (MNLA) —región declarada unilateralmente independiente—encarnó la lucha de las rebeliones anteriores en un enfrentamiento aún vigente.
Al darse por finalizadas las hostilidades entre el gobierno maliense y los tuaregs, y tras haber declarado la independencia del Azawad, los islamistas se enfrentaron al MNLA para hacerse con su recién adquiridas posesiones.
Las campañas militares de alemanes y franceses y los enfrentamientos contra los sublevados nacionales hicieron que ambos países recurrieran al reclutamiento de locales como soldados para satisfacer sus necesidades logísticas.
Fue así como se inició el proceso migratorio hacia el continente europeo a finales del siglo XIX, asentándose principalmente en las capitales de aquellos países que los habían colonizado.
Si bien en un principio los reclamos de los amaziges se limitaban a sus derechos lingüísticos y culturales, hoy día hacen un llamamiento a un reconocimiento más amplio de todos sus derechos; históricos, políticos, económicos, sociales, lingüísticos y culturales.
Aquellos que se encuentran en la diáspora, principalmente en Europa y América del Norte, exigen la incorporación de su lengua en las instituciones públicas, haciendo especial ahínco en la incorporación de la enseñanza del tamazigh al currículum educativo no como lengua obligatoria, pero sí ofertada como materia optativa para cubrir la demanda de quienes quieran aprenderla.
En general, y a pesar de algunas discrepancias inevitables entre algunos colectivos sobre protagonismo, todas coincidieron en que la organización de este primer evento en sí había sido un éxito rotundo.
[21] Entre las resoluciones tomadas durante la primera asamblea caben ser destacadas: La bandera está dividida en tres franjas de la misma anchura.
No desprovisto de polémicas, las consumidas divisiones políticas internas llevan a los dos principales organizadores a enfrentarse en los tribunales para determinar la legitimidad del siguiente congreso a ser organizado en Bruselas, el cual intentó imponerse como continuación oficial de la primera sesión del CMA.
Entre 1998 y 1999 las discrepancias internas que se habían gestado ya durante la primera conferencia en Gran Canaria evidenció una potencial ruptura dentro de la organización.
El entonces presidente dimitió a causa de la inestabilidad y durante la siguiente reunión del Consejo Federal convocada en Créteil (Francia) se solicitó al director del Buró Mundial que cediera el mando del poder ejecutivo al Consejo, considerando que este debía ser el único órgano delegado para decidir la orientación general de la organización.
La noticia causó un revuelo tremendo entre los bereberes, quienes ansiaban una restauración de la unidad del CMA.
Para evitar la prolongación de la acción judicial, se formó el Grupo Voluntario para la Reconciliación (Groupe Bénévole Pour Une Réconciliation, GBR por sus sigles en francés), formado por terceros ajenos a las partes enfrentadas, con el objetivo de promover un arbitraje aceptado por ambos grupos.
Como cargos «oficiales» se nombraron: Mabrouk Erkal, como presidente; Ali Harchenas, como vicepresidente; Boudris Belaïd, como secretario; Chérif Hadmission, como tesorero; Mohaud Said Younsi, como tesorero asistente; y Aïssa Mousselman, como comisaria.
A raíz de esto y otros comportamientos inadmisibles, Muhand-Ouramdhane Khacer presentó su renuncia al Consejo Federal.
Como último recurso, el comité decidió arriesgarse y presentar una denuncia contra la wilaya de Tizi Ouzou.
Al mismo tiempo, la ONU propuso otras cuatro ciudades alternativas que pudieran albergar el encuentro, recalcando, no obstante, que la negativa del gobierno argelino despreciaba los principios de democracia y la libertad de expresión.
El CMA se convirtió así en la Asamblea Mundial Amazig (AMA).