Arabización

La expansión árabe de los siglos VII y VIII transformó gradualmente las zonas donde se impuso (el Próximo Oriente, el Norte de África, la península ibérica e islas del Mediterráneo) en una zona culturalmente árabe, una verdadera aculturación, similar a los procesos anteriores denominados helenización (en Oriente) y romanización (en Occidente).

La arabización en lo étnico no se produjo como una sustitución biológica de unas poblaciones no árabes por otras árabes, sino por la asimilación de las costumbres y tradiciones en la práctica social y el imaginario colectivo, así como el prestigio que proporcionaba el tener orígenes árabes (reales o ficticios), pero hubo un importante mestizaje entre los árabes y las poblaciones autóctonas.

Como ha destacado Eduardo Manzano Moreno, «la mayor parte de las sociedades afectadas por las conquistas acabarán definiéndose por unos patrones culturales inequívocamente árabes» y cuyo «rasgo más visible fue la adquisición de la lengua árabe» ―la excepción más destacada sería la de Irán que conservó la lengua persa, aunque escrita con caracteres árabes―.

Este historiador español pone como ejemplo el caso de poeta andalusí de origen toledano Yirbib ibn Abd Allah que escribió en árabe y siguiendo la métrica oriental, cuando cien años antes sus antepasados hablaban latín y tenían como referente cultural el mundo romano y cristiano.

Así pues, «tiempo después de la conquista militar, los descendientes de los hispanos sometidos comenzaron a convertirse en árabes desde el punto de vista cultural y lingüístico: algunos siguieron manteniendo su religión cristiana -los llamados mozárabes-, mientras que otros muchos se convirtieron al islam».