[10] Según Apiano, para entonces ya se les unieron los ambrones y teutones,[13] sin embargo, para el erudito alemán Theodor Mommsen, estas tribus no se incorporaron a la migración hasta el 102 a. C., siendo esta campaña la única que hicieron contra la República romana.
[19] Probablemente se trataba de una alianza de eburones, menapios, pemanos, condrusos, segnos, cerosos, ubios, bátavos, cananefates, téncteros, sicambrios, usípetes, catuarios y camavos[20] que desde el 111-110 a. C., se organizaron para atacar las tierras del sur, aliándose con sécuanos y tigurinos.
[23] El británico Nic Fields concuerda con que los descubrimientos arqueológicos en Jutlandia no han proporcionado ninguna evidencia de una emigración masiva.
A la vez, señala como, aunque los cronistas suelen relatar que cimbrios y teutones eran tribus germanas, los nombres de sus jefes eran celtas, aunque se ha teorizado con que los cronistas no estaban familiarizados con las lenguas germanas y transcribieron sus nombres en una forma más conocida, es decir, céltica.
[4] Las crónicas antiguas dan números sobre el tamaño de la horda, lo que incluye a las familias de los guerreros, sin embargo, todos estos números se deben tomar con cuidado, pues las fuentes son romanas y tienden a exagerar.
[42] En tiempos recientes, el historiador soviético Serguéi Kovaliov hablaba de 100 000 hombres, mujeres, niños y ancianos en total.
[43] El único número referido específicamente a los guerreros germanos lo da Plutarco, quien afirma que 30 000 ambrones lucharon en la primera batalla.
[7] Otro historiador alemán, Joachim Herrmann, creía que los teutones debían contar con 50 000 a 70 000 guerreros (y sus aliados cimbrios con otro tanto).
[46] Su compatriota, Kurt Weickelt, en un discurso de 1928 analizó la batalla y estimaba que los germánicos tenían 30 000 a 35 000 hombres.
[49] La británica Lynda Telford, en su biografía sobre Lucio Cornelio Sila, hablaba de seis legiones que totalizaban 37 000 hombres.
[60] Los romanos contaban con auxiliares galos y ligures, pero Frontino señala que Mario no se fiaba de ellos.
[61] Sin embargo, Plutarco señala que los ligures eran los más animados a luchar de todos los soldados, pues sus tierras eran las amenazadas inmediatamente por los invasores.
[65] De hecho, castigaba a todo soldado u oficial que perdía los estribos e intentaba atacar,[66] pues los germanos les provocaban constantemente.
[67] Eran muy superiores en número y ocupaban con sus guerreros gran parte de la llanura cercana donde ofrecían batalla.
[75] Entonces decidieron seguir a los Alpes pasando frente al campo fortificado de Mario durante seis días con sus familias y posesiones,[73][76] insultando constantemente a los romanos[4] y sus sacerdotisas, vestidas de blanco, haciendo sacrificios.
[2] Como su acceso al agua fue bloqueado por los germánicos, Mario utilizó la sed de sus hombres para animarlos a luchar:[83][81] «Si son hombres, allí están para ustedes»,[84] indicándoles que si querían beber debían vencer, pero antes debían fortificar el campo.
[95] Estaban en problemas, pues no habían construido ninguna empalizada alrededor y temían un ataque sorpresa.
[98] En la mañana, los romanos se movieron al este, más cerca de Pourrières, donde construyeron un nuevo campamento que fortificaron adecuadamente.
[99] Según Plutarco, Mario aprovechó para enviar al pretor Marco Claudio Marcelo con 3000 soldados a los bosques y barrancos que rodeaban el valle donde estaban los teutones, se movieron por una depresión del terreno para no ser vistos.
[107] Por esto, el cónsul los sustituyó con cohortes, unidades equivalentes a tres manípulos, uno inmediatamente detrás de otro, lo que les permitía resistir una carga.
[41] Los cadáveres enterrados en esas tierras las nutrieron de tal manera que en los años siguientes los viñedos dieron excelente cosechas.
[131] Julio César señala que los germanos habían dejado 6000 guerreros para proteger sus tierras y posesiones;[132] aunque Mommsen los reduce a 3000.
[64] Después de su derrota seguramente tuvieron que vencer a las tribus vecinas que quisieron aprovecharse de su debilidad,[133] pues crónicas romanas posteriores siguen mencionando asentamientos cimbrios y teutones a lo largo del Rin,[134] destacando los atuátucos[132][135] y nervios.
En los tres casos, los profesionales legionarios romanos escogieron una posición elevada rodeada por árboles para evitar ser envueltos por un enemigo muy superior en número.
Mantenerse a la defensiva y desgastar al enemigo hasta que se lanza un feroz contraataque con las reservas.
Esto exigía elegir una posición ventajosa, pero un enemigo astuto evitaría atacar,[nota 6] sin embargo, había maniobras para obligarlo a presentar batalla, como saquear su territorio.
Buscando el engaño, ocultó una fuerza para atacar a su enemigo sorpresivamente en la retaguardia,[140][111] tácticas que comandantes romanos posteriores fueron abandonando.
[141] El francés Serge Yalichev señala que Mario usó la táctica favorita de Aníbal, cediendo terreno ante un ataque frontal del enemigo para luego lanzar un contraataque envolvente hacia su retaguardia.
[142] Susan Olfson Shapiro señala que en esta batalla Mario imitó otra táctica del cartaginés, atraer al enemigo a un valle estrecho donde poder rodearlo.
En las dos primeras batallas, la infantería bárbara cargó colina arriba contra una línea romana para ser diezmada por una lluvia de jabalinas, siendo el uso ideal del pilum.