Centro concentrado

El historiador británico David G. Chandler la considera una de las siete tácticas básicas, quizás la más antigua, pues estudios arqueológicos indican que en las primeras batallas había una lluvia de proyectiles inicial y luego las fuerzas chocaban hasta que una se rompía.

Después una fuerza de choque lanzaba el asalto principal contra el centro enemigo, rompiendo al ejército adversario en dos.

Se trataba de lanzar un ataque frontal, lo que exige tener superioridad numérica y/o emplear a las mejores tropas.

[8]​ Otro peligro es que la ruptura podía ser superficial, y el atacante se encontraba con una segunda línea enemiga, como ocurrió en Somme o Cambrai.

En Queronea, los hoplitas atenienses, beocios y tebanos estaban bien posicionados al enfrentar a la falange del rey Filipo II de Macedonia.

[15]​ En cambio, en el centro romano se concentraban sus legionarios,[16]​ quienes sabían que sólo volverían a Italia si vencían.

[2]​ Por ejemplo, después de debilitar al enemigo con proyectiles, los catafractos bizantinos cargaban como triángulo para romper la línea, seguidos en sus flancos por los prokoursatores (caballería media) para explotar la situación.

[30]​ En Tarain (o Taraori), los jinetes rajputs demostraron su disciplina al resistir todo el día a los turcos del sultán Muhammad de Gur, que atacaron sus flancos.

[2]​ En Chakirmaut, inicialmente los mongoles de Temuyín avanzaron en una línea larga y dispersa, aparentando querer flanquear a sus enemigos, que respondieron adoptando la misma formación.