[7] Viena se salvó debido al desacuerdo de los dos comandantes, que condujo a que el brillante Mariscal Villars fuese sustituido por el Conde de Marsin, menos dinámico e impulsivo.
– Winston Churchill[11] La marcha comenzó en Bedburg, en los Países Bajos españoles, el 19 de mayo.
Ante esta situación, Marlborough fomentó habilidosamente este recelo, pues ordenó construir puentes sobre el Rin en Philippsburg, un ardid que empujó al mariscal Villeroi a acudir en ayuda de Tallard para la defensa de Alsacia.
Los mariscales franceses se reunieron en Landau (Alsacia) para preparar rápidamente un plan de ataque que salvase Baviera, pero las rígidas normas francesas exigían que cualquier variación de las directrices iniciales debía ser aprobada por Versalles.
Esto reforzó la actitud pasiva de Maximiliano, esperando a que llegasen los refuerzos para entrar en combate con el ejército aliado.
– aunque comprendía sus causas – "Si [Marlborough] hubiese vuelto a su patria sin alcanzar su objetivo, ese habría sido su fin.
Esto era una buena oportunidad para que Marlborough y Saboya se lograsen deshacer de su incómodo compañero.
El Nebel, cuyas cenagosas riberas sólo se podían vadear en algunas ocasiones, delimitaba la primera línea francesa.
A las 8:00, la artillería francesa abrió fuego y fue rápidamente contestada por las baterías del Coronel Blood.
A su derecha se encontraban las tropas francesas del conde de Marsin, que sumaban 40 escuadrones y 12 batallones.
A su derecha se apostaban las fuerzas del Mariscal Tallard, 64 escuadrones de tropas francesas y valonas respaldados por nueve batallones.
Estas continuas descargas forzaron la retirada de los británicos hacia el Nebel e infligieron serios daños en las tropas, entre cuyas bajas se contó al general Rowe.
No obstante, la segunda línea aliada, tropas de Hesse, se mantuvieron firmes y rechazaron a los gens d’armes, permitiendo organizar una nueva ofensiva.
Esto afectó directamente a las posiciones franco-bávaras, puesto que debilitó los otros frentes y anuló la superioridad numérica francesa (había un límite de espacio para cargar y disparar los mosquetones, por lo que un mayor número de soldados resultaba inútil).
"...El Príncipe Eugenio con sus tropas imperiales fue rechazado tres veces, teniendo que retroceder hasta los bosques, y sufrió una verdadera carnicería."
El Príncipe de Anhalt-Dessau dirigía los continuos ataques a Lutzingen, un puesto muy bien fortificado.
El centro del ejército aliado, comandado por el general Charles Churchill, consistía de 28 batallones de infantería agrupados en dos líneas: siete al frente para asegurar una posición más allá del arroyo y once en la retaguardia para proteger a los anteriores.
La primera línea de soldados a pie debía cruzar el Nebel y marchar hasta una posición conveniente, para facilitar el paso de la caballería, que ocuparía después la primera línea del ataque.
Sin embargo, cinco escuadrones ingleses del coronel Palms hicieron frente a la caballería de élite y rechazaron su ataque.
Esta situación provocó una gran confusión en las tropas francesas,[51] que se refleja en la reacción del Elector– "¿Cómo?
Durante uno de estos intentos, el propio Zurlauben cayó herido y murió dos días más tarde.
Sin embargo, las dos brigadas neerlandesas que capitaneaba fueron barridas por tropas francesas e irlandesas, siendo herido de muerte durante el combate.
[61] Cuando se dio cuenta de su grave error táctico, Clérambault desertó y abandonó a los 27 batallones que defendían la ciudad.
En un momento dado, Marlborough dejó de prestar atención al enemigo en retirada y se centró en preparar un ataque a Blindheim.
El avance aliado era lento y duro, sufriendo tantas bajas como los defensores.
No obstante, las ofensivas del Conde de Orkney fueron rechazadas tres veces, por lo que el oficial probó una nueva táctica.
El comandante francés aceptó la inevitable derrota, y hacia las 21:00 entregaron sus armas los 10 000 últimos resistentes.
[65] Múnich, Augsburgo, Ingolstadt, Ulm y el resto de Baviera cayeron pronto bajo dominio aliado.
El 25 de agosto, Marlborough se encontró con Saboya y Baden para planear sus próximos movimientos.
Con Viena a salvo, el Imperio podía permitirse enviar tropas a Italia para reforzar la resistencia frente al duque de Vendôme, y centrar su acción diplomática en solventar la revuelta húngara de Rácóczi.