Fue madre del primer káiser Guillermo I y la zarina Carlota de Prusia.
Este encuentro hizo que Luisa fuese conocida como «el alma de la virtud nacional».
Luisa y sus hermanos eran cuidados por la gobernanta Fräulein von Wolzogen, una amiga de la madre.
[5] Cuando Luisa tenía 6 años, su madre murió mientras daba a luz, lo que marcó de forma permanente a la joven duquesa, y cuando se encontraba con niños huérfanos les daba dinero, ya que afirmaba que: «ellos, como yo, tampoco tienen madre.»[5] Tras la muerte de la duquesa, la familia se mudó de Leineschloss a Herrenhausen, conocida como «el Versalles en miniatura».
Luisa le cogió mucho cariño a su madrastra, pero ésta fallecería un año después de la boda.
[11] Cuando tenía solo nueve años, Luisa asistió a la lectura del primer acto de Don Carlos por el poeta Friedrich Schiller, algo que fomentó su amor por la literatura alemana, principalmente por las obras de Schiller.
[13] Las princesas recibieron asimismo clases de inglés, alemán, dibujo, pintura y piano.
[16] Por ello, en una noche planeada cuidadosamente por el duque, Luisa conoció al príncipe heredero de Prusia, Federico Guillermo.
[20][21] Cuando rompió el protocolo para coger a un niño y besarlo, el escritor prusiano Friedrich de la Motte Fouqué escribió que: «la llegada de la angelical princesa esparce un esplendor noble en estos días.
[33] Este siguió la política exterior de su fallecido padre e hizo lo posible para permanecer neutral durante los primeros años con la Francia revolucionaria que empezó a expandirse, sobre todo durante las invasiones napoleónicas (1803-15); se mantuvo firme ante las presiones de varios países para alinearse en un bando en la Segunda Coalición.
[33] Luisa lo apoyaba, pero afirmaba que, de pertenecer a un bando, Prusia debería alinearse con Austria, Gran Bretaña y Rusia.
[34] Los ataques franceses hicieron que el rey considerara la opción de entrar en guerra, pero su indecisión le impidió escoger un bando.
Sin embargo, este documento nunca llegó hasta el rey, puesto que el barón se lo entregó primero al general Ernst von Rüchel, quien a su vez se lo pasó a la reina en la primavera de 1806.
Luisa avisó al marido: «por el amor de Dios, que no haya una paz vergonzosa... [Prusia] debería por lo menos caer con honra.»[45][48] Como el rey creía que la presencia de su esposa haría que Napoleón se ablandase, Luisa aceptó con reticencias reunirse con el emperador en Tilsit, pero solo para salvar «a su Prusia.»[45] Napoleón había intentado destruir la imagen de Luisa, ya que lanzó rumores sobre sus posibles infidelidades, pero incluso así la reina se reunió con él y utilizó su belleza y su encanto para convencerlo para que firmara unos términos de paz más favorables.
[48] Anteriormente, Luisa había apodado a Napoleón «el monstruo»,[38] pero aun así pidió hablar con él en privado y entonces se tiró a sus pies;[49] a pesar de que se quedó impresionado con su determinación, Napoleón se negó a hacer concesiones y le escribió a su esposa, la emperatriz Josefina, que Luisa: «es realmente encantadora y muy atenta conmigo, pero no te pongas celosa (...) me saldría muy caro interpretar el papel de galán.»[2][48][50] De todas formas, los intentos de Napoleón por destruir la reputación de Luisa fallaron y lo único que consiguió fue que la quisieran más.
[38] La reina reconocía que su país dependía de ella para el apoyo moral y por eso consiguió recuperar su antiguo optimismo y estuvo preparando a su hijo mayor para su futuro papel de rey.
[16] En los años siguientes, Luisa apoyó los esfuerzos de reforma gubernamental llevados a cabo por Stein y Hardenberg, así como los de Gerhard von Scharnhorst y August Neidhardt von Gneisenau para reorganizar el ejército.
Un clérigo apuntó que «nuestra querida reina está lejos de ser feliz, pero su seriedad tiene una serenidad silenciosa (...) sus ojos han perdido el antiguo brillo y se ve que han llorado mucho y aún lloran».
[2] Napoleón dijo al respecto que el rey «había perdido a su mejor ministro».
[20] Su reputación de báculo del rey, amada y respetada por su marido se volvió esencial para su legado.
[2] Esta sería otorgada originalmente a aquellas mujeres que hubieran contribuido significativamente en los esfuerzos de guerra contra Napoleón,[60] aunque después se concedería a miembros de la casa Hohenzollern que no tenían ninguna relación con el planteamiento original, como su nieta Victoria o su bisnieta, la princesa Sofía, reina de Grecia.
[51] La Luisenbund estuvo activa durante la República de Weimar y los primeros años del Tercer Reich.
[62] Luisa y la emperatriz María Teresa de Austria fueron las dos únicas mujeres utilizadas por la propaganda nazi, ya que el régimen consideraba a Luisa la «personificación de las cualidades femeninas», que el gobierno intentaba integrar en las escuelas alemanas.
[45] Mientras la resistencia y la provocación de Luisa a las invasiones napoleónicas fueron vistas como el «despertar del espíritu prusiano», su marido era considerado una «vergüenza patética», puesto que prefirió vivir en paz antes que vengarse de Napoleón.