Aunque tuvo con su esposa numerosa familia, su amante, Guillermina Enke -posteriormente condesa de Lichtenau- ejerció una poderosa influencia sobre él.
Esto dio al nuevo rey popularidad entre las masas, mientras las clases educadas miraban complacidas la eliminación de las restricciones impuestas por Federico Guillermo sobre la lengua alemana, por la admisión de escritores alemanes a la Academia Prusiana, y por el impulso dado a las escuelas, preparatorias y universidades.
Por sus experimentos prácticos y por sus escritos, Wollner ganó una considerable reputación como economista.
Con su impresionante personalidad y elocuencia, Wollner fue el hombre justo para conducir un movimiento de esta clase.
Bajo su influjo, la orden se extendió rápidamente y, pronto, él se convirtió en el director supremo (Oberhauptdirektor) de varios círculos que incluían, entre sus miembros, príncipes, oficiales y altos funcionarios.
También Bischoffswerder -hasta entonces un simple alcalde- fue llamado a los consejos reales y, para 1789, era ya un asistente general.
Estos fueron los dos hombres que envolvieron al rey en una red de misterio e intriga rosacrucistas, lo cual obstaculizó cualquier posible desarrollo saludable de su política y condujo finalmente al desastre.
La guerra fue declarada a quienes mucho tiempo después habrían de ser llamados “modernistas”.
Pero lo más fatídico para Prusia fue la actitud del rey hacia el ejército y la policía.
Esto fue el comienzo del proceso que terminó en 1806, en la batalla de Jena.