Su esposo, Federico I, lo convertiría luego en un gran edificio barroco rodeado de un jardín a la francesa.
Convertido en museo tras la caída de la monarquía en 1918, fue gravemente dañado por los bombardeos aliados durante la Segunda Guerra Mundial.
No obstante, gracias a la labor de la historiadora Margarete Kühn el edificio fue restaurado en las décadas posteriores.
Sofía Carlota nunca vio el edificio terminado, pues murió de forma inesperada en 1705.
En 1712 la construcción del palacio terminó con la cubrición de la torre central y la cúpula.
Aunque tradicionalmente se ha atribuido su diseño al arquitecto y escultor Andreas Schlüter, actualmente se considera que fue obra de su máximo rival, el arquitecto de Charlottenburg, Johan Friedrich Eosander von Göthe.
La llegada de Federico II (1740-1786) al trono supuso un nuevo impulso para el palacio.
En 1743 encargó al arquitecto real Georg Wenzeslaus von Knobelsdorff la ampliación del edificio al este con la Neuer Flügel (Ala Nueva) de 153 metro de largo y destinada a contener los aposentos del monarca.
El monarca también mandó crear suntuosos aposentos en estilo neoclásico, etrusco y chinesco en la Neuer Flügel.
El pequeño pabellón imitaba las villas napolitanas que Federico Guillermo III había visto durante su viaje a Italia en 1822.
[8] Tras la caída de la monarquía en 1918, el palacio pasó a manos del estado prusiano y en 1927 se abrió regularmente como museo.
Tras ser muy seriamente dañado por los bombardeos aliados durante la Segunda Guerra Mundial, en 1945 se inició una lenta labor de reconstrucción y restauración impulsada por la historiadora Margarete Kühn que se opuso firmemente al derribo del edificio como ocurrió con el Castillo de Berlín.
El jardín se empezó a diseñar y elaborar a partir de 1697 por Simeón Godeau en el estilo francés barroco y se continuó en 1788, convirtiéndolo en un jardín inglés de paisajes.