Augusta de Sajonia-Weimar-Eisenach

En 1826, Augusta contaba con solo quince años de edad cuando se encontró por primera vez con el que sería su futuro marido, el príncipe Guillermo de Prusia, quien tenía catorce años más que ella.

El heredero al trono prusiano era su hermano mayor, el príncipe Federico Guillermo (que posteriormente reinaría como Federico Guillermo IV), que estaba casado con Isabel Luisa de Baviera pero no tenía hijos.

Al año siguiente, en 1829, Guillermo se reunió con Eliza por última vez, ya que esta sería prometida a Federico de Schwarzenberg más tarde, aunque su matrimonio no llegaría a celebrarse, falleciendo soltera y de tuberculosis en 1834.

El historiador Karin Feuerstein-Prasser ha señalado, basándose en una evaluación de la correspondencia privada de los dos prometidos, las diferentes expectativas que Guillermo tenía de ambos matrimonios: el príncipe escribió a su hermana Carlota, esposa del zar Nicolás I de Rusia, en referencia a Eliza: “La verdad es que sólo se puede amar una vez en la vida”; mientras que, respecto a Augusta, confesó “la princesa es agradable e inteligente, pero no me atrae”.

Las primeras semanas de matrimonio fueron armoniosas y Augusta fue aceptada favorablemente en la corte prusiana.

Sin embargo, el rey se negó a conceder una constitución y prefirió actuar mediante un gobierno conservador, contradiciendo sus ideas y opiniones liberales durante su período como príncipe.

Se creó un Landstag (parlamento) unido en respuesta a las malas cosechas, hambrunas y subsiguientes revueltas de 1847, pero el monarca lo disolvió pocos meses después.

Como Augusta destruyó las cartas y diarios de este período, no está clara su opinión al respecto.

Augusta consideró este segundo enlace un triunfo personal, ya que consideraba que su nuera, educada en un país moderno como Gran Bretaña, convertiría a su hijo en un monarca liberal.

Esta realidad se hizo evidente unos meses después, cuando Guillermo disolvió el parlamento, que no obedecía su voluntad y nombró a Otto von Bismarck como nuevo primer ministro.

Durante esta época, la población prusiana celebraba la victoria en Königgrätz, pero Augusta comenzó a guardar luto por los muertos y heridos en el conflicto.

Sin embargo, comenzó a interesarse en la educación de sus nietos Carlota, Enrique y Guillermo, al que tenía en gran estima.

Augusta consideraba la corona imperial alemana como una derrota personal; había deseado que la supremacía prusiana en el imperio se consiguiera mediante la conquista moral y no mediante el derramamiento de sangre.

En los últimos años del reinado de su marido, Augusta enterró sus diferencias con el canciller Bismarck, ya que lo consideraba como el único hombre adecuado para apoyar a su amado nieto Guillermo.

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Augusta, reina de Prusia, en un retrato del pintor Gemälde Karl Begas (1838).
Retratada por Franz Xaver Winterhalter en 1853.
Monumento a la emperatriz Augusta en Coblenza .
Retratada por Winterhalter en ocasión de la coronación de su esposo como rey Guillermo I de Prusia , 1861.
Busto de la emperatriz Augusta en Baden-Baden .