Marca Hispánica

La Marca Hispánica era el territorio comprendido entre la frontera político-militar del Imperio carolingio con al-Ándalus (al sur de los Pirineos), desde finales del siglo VIII hasta su independencia efectiva en diversos reinos y condados.La dominación franca se hizo efectiva entonces más al sur tras la conquista de Gerona (785) y Barcelona (801).La llamada «Marca Hispánica» quedó integrada por condados dependientes de los monarcas carolingios a principios del siglo IX.La población local de las marcas era diversa[cita requerida], incluyendo grupos montañeses autóctonos, íberos, hispanorromanos, vascones, celtas, bereberes, judíos, árabes y godos que fueron conquistados o aliados de los dominadores islámicos o francos.Áreas geográficas que en distintas épocas han formado parte de la Marca son Barcelona, Besalú, Cerdaña, Conflent, Ampurdán, Gerona, Jaca, Osona, Pamplona, Pallars, Peralada, Ribagorza, Rosellón, Sangüesa, Sobrarbe, Urgel y Vallespir.Sin embargo, una vez allí, el valí de Zaragoza Husayn se negó a franquear la entrada al ejército carolingio.Sadun no cumplió su palabra y se negó a entregar la ciudad, por lo que los francos la atacaron.El Imperio carolingio se disgregó pocas décadas después, tras la muerte del hijo de Carlomagno, Luis I el Piadoso o Ludovico Pío.No parece que hubiera, en los primeros tiempos, ninguna comunidad cristiana significativa.Pero no mantendrían ni un año este dominio, pues en 810 el conde autóctono Aznar I Galíndez, posiblemente alzado al poder con el apoyo del rey de Pamplona Íñigo Arista, obtuvo de nuevo el condado.A pesar de ello, el condado aragonés logró preservar su identidad social y administrativa.Desde el siglo IX (en una fecha comprendida entre los años 800-814) se constituye como un territorio cristiano articulado por los valles que forman el curso superior de los ríos Ésera y su afluente el Isábena (en la cuenca del Cinca) y el Noguera Ribagorzana (en la cuenca del Segre).A finales del siglo IX siguió el ejemplo de Raymond el conde Wifredo el Belloso.Por consiguiente, para organizar los territorios ganados al sur del Pirineo, los francos no crearon ninguna entidad, sino que se limitaron a conservar las ya establecidas por las tradiciones administrativas de sus pobladores.Inicialmente la autoridad condal recayó en la aristocracia local, tribal o visigoda, pero los intentos de convertir sus demarcaciones en señoríos hereditarios obligó a los carolingios a sustituirlos por condes de origen franco.Asimismo, Carlomagno, que en esta época rivalizaba por el dominio de occidente con el Emirato de Córdoba, situó marqueses y consolidó su poder ocupando Ribagorza, Pallars, Cerdaña, Besalú, Gerona, Ausona y Barcelona donde estableció caudillos con prerrogativas militares para oponerse a las ofensivas musulmanas.A lo largo de todo el siglo IX los condados hispánicos dependerán del emperador carolingio.[7]​ Los condados pirenaicos orientales que a partir del siglo XIII constituirían una entidad con una idiosincrasia común llamada Cataluña no solo dependían administrativamente del Imperio carolingio, sino también desde el punto de vista eclesiástico.Todo ello pese a los intentos en este periodo de restaurar un arzobispado propio similar al que tuvo el Reino visigodo en Tarragona de Sclua (fines del IX) o Cesareo, que quiso restaurar el arzobispado en Vich en 970 sin conseguirlo.La autonomía se consolidó al afirmarse los derechos de herencia entre las familias condales.Su gobierno coincidió con un periodo de crisis que llevó a la fragmentación del Imperio carolingio en principados feudales.Wifredo fue el último conde de Barcelona designado por la monarquía franca y el primero que legó sus estados a sus hijos.Consiguió reunir bajo su mando una serie de condados pero no los transmitió unidos en herencia a sus hijos.De todos modos, no consta que el conde Suñer I fuese a rendirle homenaje personalmente ni que le jurase fidelidad, aunque sí acudieron diversos clérigos y magnates del condado.La franja de separación entre los dominios cristianos y musulmanes tampoco tenía una extensión uniforme.Para ello, los gobernantes de las taifas no dudaron en recurrir a tropas mercenarias cristianas.Así, probablemente fue en la batalla de Graus (1063) donde Rodrigo Díaz de Vivar, conocido como El Cid Campeador, Mio Cid o simplemente El Cid (del árabe dialectal سيد, sīd, «señor»), peleó por primera vez, como caudillo de sus mesnadas mercenarias a las órdenes del rey taifa de Zaragoza Al-Muqtadir, quien de todos modos, a su muerte, y como ya había hecho su padre, volvió a dividir el reino al entregar a su hijo Al-Mutamin Zaragoza y la zona occidental, y a su hijo Al-Mundir, Lérida, Tortosa y Denia.En dicho tratado ambos reyes cedieron derechos sobre territorios, Jaime I sobre territorios occitanos y el francés sobre los condados catalanes, que pasaron a depender únicamente del monarca de la Corona de Aragón.
Mapa de la Marca española, Navarra y Vasconia en 806.
Mapa de los distintos reinos en la península ibérica sobre el año 910 d. C.
Mapa de los distintos reinos en la península ibérica sobre el año 1000 d. C.
Los reinos cristianos y los reinos de Taifas, año 1030.
La península ibérica entre el 1076 y el 1080. En otros momentos de este siglo también existieron las taifas de Tortosa y Lérida. El resto del campo de Tarragona y su ciudad fue conquistado por el conde de Barcelona en el 950, aunque se mantuvo despoblado. A partir de ese momento la frontera se fue acercando y retrocediendo hacia Lérida y Tortosa.
Europa a la muerte de Carlomagno .
Condados pirenaicos procedentes de la Marca Hispánica de Carlomagno.
El imperio almorávide .