Nombramiento de los satélites naturales

Hasta la fecha, sin embargo, se han asignado nombres a todos los satélites descubiertas, con independencia de su tamaño.

En la primera década del siglo XX, los nombres de Io, Europa, Ganimedes y Calisto habían vuelto a recobrar popularidad, pero los satélites descubiertos más tarde, numerados, por lo general con números romanos V (5) al XII (12), se mantuvieron sin nombre.

[5]​ Los otros satélites (descubiertos entre 1904 y 1951) fueron, en la inmensa mayoría de la literatura astronómica, simplemente dejados sin nombre.

[9]​ Entre 1955 y 1975 se realizaron otras dos propuestas para nombrar esos satélites, ambas hechas por astrónomos soviéticos (E.

En 1975, tras el descubrimiento en 1974 del satélite Júpiter XIII por Charles Kowal, el Grupo de Tareas para la Nomenclatura del Sistema Solar exterior (en inglés, Task Group for Outer Solar System Nomenclature) de la IAU concedió nombres a los satélites V-XIII, y previó un proceso de designación formal para los futuros satélites a descubrir.

Las propuestas se resumen en la siguiente tabla (datos de Icarus[10]​[13]​) La práctica actual es que los nuevos satélites de Júpiter descubiertos se deben nombrar según las amantes mitológicas del dios Júpiter (Zeus).

Sin embargo, el creciente número de satélites que fueron descubiertos en el siglo XXI de nuevo llevó a la IAU a elaborar un nuevo esquema para los satélites exteriores.

Sir William Herschel pensaba que había descubierto hasta seis satélites y tal vez incluso un anillo.

En 1949, el quinto satélite, Miranda, fue nombrado por su descubridor, Gerard Kuiper, según un personaje totalmente mortal en La Tempestad shakespeareana.

Al principio, los satélites ultraperiféricos fueron todos nombrados según los personajes de La tempestad, pero tras nombrar a Margarita, de la obra Much Ado About Nothing esa tendencia se terminó.

El único satélite conocido de Neptuno no fue nombrado durante muchas décadas.

Aunque en 1880 Camille Flammarion sugirió el nombre de Tritón, no fue de uso general hasta mediados del siglo XX, y durante muchos años fue considerado «no oficial».

Más tarde, el segundo satélite conocido, Nereida, fue descubierto en 1949 por Gerard P. Kuiper.

A junio de 2006, otros dos satélites han sido nombrados, Hidra y Nix.

El convenio se ha ampliado a los satélites naturales de los planetas menores, tales como (87) Sylvia I Romulus.

Los números romanos no suelen ser asignados a los satélites hasta que a éstos se les da nombre, así que aunque muchos satélites han sido descubiertos, solo tienen denominaciones provisionales y no tienen números romanos asignados (una excepción es el satélite de Saturno, Helena, que recibió el numeral romano XII en 1982, pero no fue nombrada hasta 1988).