En este caso, suele tener una intención satírica más que humorística, con el fin de alentar el cambio político o social.
El grabador Pier Leone Ghezzi, que trabajaba en Roma, continuó esa tradición y, por un módico precio caricaturizaba a los turistas.
Lo que estos artistas italianos hacían eran retratos humorísticos para uso privado y casi nunca resultaban satíricos o maliciosos, en este sentido Giandomenico Tiepolo también incursionó en el género de la caricatura.
Ya a comienzos del siglo XX, el gran caricaturista madrileño es Ramón Cilla (1859-1937), de indudable estilo.
Durante ese siglo también destacaron Joseph Keppler, fundador (en 1826) y editor del semanario humorístico Puck, y su socio Bernhard Gillam, quienes atacaron la corrupción de los dirigentes políticos, así como a los muchos empresarios adinerados de la época, a estos se sumó el también estadounidense Garry Trudeau, en el siglo XX se destacaron David Levine, Sam Viviano y Al Hirschfeld.
Sin dudas el máximo exponente de la caricatura ha sido el francés decimonónico Honoré Daumier quien trabajó junto a Achille Devéria, Raffet y Gérard este último más conocido por su seudónimo Grandville en las revistas Le Silhoutte y Le Charivari; la maestría genial de Daumier es alcanzada también por Gustave Doré, siendo dignos de mencionar Gavarni (Guillaume Sulpice Chevalier), André Gill y sus trabajos en la revista Le Père Duchêne illustré.
Tanto en Toulouse-Lautrec como en Juan Gris, que actuaron en las revistas Le Rire y L'Assiette au Beurre, respectivamente, encontramos también elementos de caricatura, mientras el crítico y escritor Jules Husson Champfleury escribía la primera Historia de la caricatura.
Venezuela actualmente tiene como gran exponente a Hermann Mejía y como el más conocido Pedro León Zapata, para solo mencionar dos.
En cualquier caso, hay acuerdo en cuanto a la consideración de los tres grandes grupos: la lírica, la épica y la dramática, aunque también en algunas épocas tuvo importancia el género didáctico.