Fue también una declinación local de la guerra civil castellana, una lucha fratricida en un clima de violencia, entre el rey Pedro el Cruel y su rival Enrique II.Los linajes estaban conformados por una extensa comunidad unida entre sí por lazos de sangre frente a la cual se situaban los llamados parientes mayores, las familias con más posesiones y riqueza, y se sumaban a ellos otros miembros de la sociedad medieval, como los encomendados, que ofrecen prestaciones económicas y trabajo como contrapartida a su seguridad; atreguados, individuos que se comprometían a título personal con el pariente mayor a cambio de protección; encartados y acostados que solían constituir la tropa y lo hacían por comida y alojamiento.[2]' Ambos son caballeros del primer círculo de Enrique II que le ayudan a ganar la guerra civil contra su medio hermano Pedro el Cruel y le acompañan en batallas de la reconquista.Se entabla la contienda entre Giles y Negretes en cuanto fallece Juan I en 1390.[2] Este episodio fue fatal para el clan de Agüero.En el enfrentamiento murió, Juan Pelegrín del linaje de Villota.[4] En Potes, hubo confrontación entre los linajes de Manrique-Castañeda y Mendoza por el señorío del pueblo.En palabras de Lope García de Salazar, cronista banderizo, estas luchas se hacían para saber quién valía más en la tierra o, como señala fray Juan de Victoria en el siglo XVI, cuál ser más y mandar más.El surgimiento de las villas y ciudades, especialmente Bilbao y Bermeo, dio lugar a la lucha por el poder municipal entre las familias urbanas ricas.Por su parte, la nobleza terrateniente se esforzó por proteger sus feudos, que poseían desde siglos atrás.Prueba de ello fueron en Álava las disputas entre los bandos oñacino, representado por los Mendoza, y gamboíno, a cuyo frente en tierras alavesas estaban los Guevara; como sucedió en la batalla de Arrato en torno a 1200.La guerra urbana fue a menudo menos letal que las batallas libradas en campo abierto: cinco hombres murieron en un altercado en Bilbao en 1440 y diez en las calles de Bermeo en 1443.Pese a que en 1390 y 1393, la guerra en Vizcaya se había reducido por la intervención de las Hermandades.Ya era tarde para levantar impuestos señoriales medievales, las cuatro villas estaban en plena expansión.Así, esta pequeña guerra se convirtió en una compleja red de venganzas familiares.En 1442 las hermandades intervinieron con éxito en Bilbao y Mondragón, pero la paz establecida no duró mucho.Los Oñaz salieron victoriosos y quemaron la fortaleza de los gamboínos en Azcoitia.[5] Como se ha dicho, las rivalidades entre los bandos llegaron también a plasmarse en el interior de las villas.Al competir los diferentes parientes asentados en ellas por el control de las instituciones municipales, se llegó incluso a rivalizar entre familias del mismo bando por ello.