La anestesia general se caracteriza por brindar hipnosis, amnesia, analgesia, relajación muscular y abolición de reflejos.
En 1275, el médico mallorquín Ramon Llull obtuvo un líquido volátil e inflamable mientras experimentaba con ciertas sustancias químicas, y lo llamó vitriolo dulce.
Pero en 1799 el químico e inventor británico Humphry Davy decidió resolver la incógnita probándola consigo mismo.
Davy escribió sobre las posibles propiedades anestésicas del compuesto gaseoso, pero nadie en aquellos días continuó con las investigaciones.
Un joven médico estadounidense llamado Crawford Williamson Long se percató de que sus amigos eran insensibles al dolor, aunque se habían lastimado al ir tambaleando de un lado a otro bajo los efectos del éter.
Fue el doctor odontólogo Horace Wells quien comenzó a utilizar el óxido nitroso como anestesia, después de habérselo visto utilizar al autotitulado profesor y químico Gardner Q. Colton en sus espectáculos, los cuales consistían en administrar este gas a voluntarios del público.
El doctor Warren pudo eliminar un tumor del cuello de su paciente sin que este sintiera dolor alguno.
Asimismo, el anestesiólogo se ocupa del control y mantenimiento de las constantes: ECG (electrocardiograma) continuo, presión arterial, saturación de oxígeno (pulsioximetría) y capnografía como monitorización estándar.
El paciente que tiene un DIO suele tener percepciones auditivas (las visuales son raras), sentir de parálisis o dolor.
El despertar intraoperatorio se debe a una insuficiente cantidad de anestesia.
Con respecto a la incidencia, esta se ubica entre el 0,1 y 0,2 % (es decir, 1 o 2 casos por cada mil pacientes anestesiados).
Algunos enfermos necesitan ser vigilados intensivamente en el posoperatorio inmediato y son trasladados a salas especializadas en cuidados intensivos donde muchas de ellas son dirigidas por anestesiólogos (REAs, de Reanimación).
Cuantificar cómo la anestesia contribuye a la morbilidad y la mortalidad puede ser difícil porque la salud de una persona antes de la cirugía y la complejidad del procedimiento quirúrgico también pueden contribuir a los riesgos.
[5] La morbilidad puede ser importante (infarto de miocardio, neumonía, embolismo pulmonar, insuficiencia renal/enfermedad renal crónica, disfunción cognitiva postoperatoria y reacciones alérgicas a la anestesia) o menores (pequeñas náuseas, vómitos, reingreso).
Comparando eso con la tasa de muertes totalmente atribuidas a factores quirúrgicos (1:2.860) o solo a la anestesia (1:185.056), lo que ilustra que el factor individual más importante en la mortalidad por anestesia es la salud del paciente.