Degeneración social

[1]​[2]​[3]​[4]​ Durante el siglo XVIII, numerosos pensadores científicos, entre ellos Georges-Louis Leclerc de Buffon, Johann Friedrich Blumenbach e Immanuel Kant, argumentaron que los humanos comparten un origen común, pero han degenerado a lo largo del tiempo a causa de las diferencias climáticas.

También alimentó la ideología del nacionalismo étnico, que sedujo, entre otros, a Maurice Barrès, Charles Maurras y la Action Française.

Aunque Charles Darwin rechazó esta teoría, varios biólogos evolucionistas apoyaron su aplicación a las ciencias sociales, entre ellos Ernst Haeckel y Ray Lankester.

[6]​ Buffon mantenía que la degeneración había tenido consecuencias especialmente adversas en el Nuevo Mundo.

El anatomista y naturalista Johann Friedrich Blumenbach alabó a Buffon en sus conferencias en la Universidad de Gotinga.

La premisa central de su trabajo era que toda la humanidad pertenecía a la misma especie, pero Blumenbach creía que innumerables factores, como el clima, el aire y la fuerza del sol, promovían la degeneración y resultaban en diferencias externas entre los seres humanos.

En particular, Blumenbach participó en intercambios intelectuales con otro prominente erudito alemán de su época, Immanuel Kant.

Como Blumenbach, Kant tenía en gran consideración las obras de Buffon mientras desarrollaba su propia opinión sobre estos temas.

Además, Kant introdujo el término degeneración, que definió como «diferencias hereditarias entre grupos con una misma raíz».

Un grupo solo constituye una raza si la reproducción con una degeneración distinta resulta en una «prole intermedia».

[13]​ Aunque Kant defendió la teoría del origen humano compartido, también sostuvo que existía una jerarquía innata entre las razas.

Son épocas de extrema agitación demográfica, incluyendo la urbanización en los primeros años del siglo XIX.

El médico escocés James Cantlie analizó estas contribuciones desde la perspectiva de la salud pública en su influyente conferencia Degeneration Amongst Londoners.

Los debates médicos de Morel evocan la literatura clínica que rodea la infección sifilítica (sifilografía).

Gobineau desarrolló una exitosa carrera en el servicio diplomático francés, vivió largos periodos en Irán y Brasil, y pasó sus últimos años viajando por Europa, lamentando el maltrato al que lo sometían su esposa e hijas.

Factores históricos bastante diferentes inspiraron al italiano Cesare Lombroso para escribir su obra sobre antropología criminal con la noción de «retrogresión atávica», probablemente moldeada por su experiencia como joven médico militar en Calabria durante el Risorgimento.

En Gran Bretaña, la degeneración recibió una formulación científica de Ray Lankester, cuyas detalladas discusiones sobre la biología del parasitismo tuvieron una enorme influencia.

La mala condición física de muchos reclutas del ejército británico para la segunda guerra bóer (1899–1902) hizo saltar las alarmas en los círculos gubernamentales.

Podría ser un desarrollo intergeneracional, de un carácter nervioso a un gran desorden depresivo, una enfermeda psicótica o una discapacidad cognitiva severa y crónica, como la demencia.

Aunque esta ley se aplicaba a las personas con problemas mentales de naturaleza psiquiátrica, su ejecución no siempre estuvo en esa línea, ya que parte del lenguaje designaba a los «moralmente débiles» o considerados «idiotas».

De hecho, en el siglo XIX, los términos evolución y progreso se usaban a menudo indistintamente.

Esta teoría quedaba supuestamente comprobada en los matrimonios birraciales, que comenzaron a hacerse más frecuentes conforme avanzaba el siglo XIX.

[18]​ El mundo, más globalizado que nunca, siguió sufriendo crisis similares, culpando a las personas diferentes del fracaso de la sociedad.

Los primeros usos del término degeneración se encuentran en las obras de Blumenbach y Buffon a finales del siglo XVIII, cuando estos pioneros de la Historia Natural empezaron a estudiar la especie humana.

Esta creencia predarwiniana en la posibilidad de heredar características adquiridas no concuerda con la genética moderna.

En 1892, Max Nordau, expatriado húngaro en París, publicó su extraordinario best seller degeneración, que amplía considerablemente los conceptos de Morel y Lombroso (a quienes dedica el libro) a toda la civilización europea occidental, y transforma las connotaciones médicas de degeneración en una generalizada «crítica cultural».

En Tess de los d'Urberville (1891), Thomas Hardy explora las destructivas consecuencias que tiene para una familia el mito un origen noble.

El dramaturgo noruego Henrik Ibsen mostró su sensibilidad al pensamiento degeneracionista en sus presentaciones teatrales de crisis domésticas en Escandinavia.

Wells añadió un giro científico en La máquina del tiempo (1895), en la que profetizó la división de la raza humana en distintas formas degeneradas, y de nuevo en La isla del doctor Moreau (1896), donde seres híbridos entre animales y humanos forzados a mutar revierten a sus formas primitivas.

Joseph Conrad alude a la teoría de la degeneración en su tratamiento del radicalismo político en su novela El agente secreto (1907).