La herencia genética, también llamada herencia biológica, es el proceso por el cual los individuos progenitores de una especie transmiten rasgos característisticos fisiológicos, morfológicos o bioquímicos a su descendencia.
Ese proceso por el que las células u organismos descendientes adquieren la información contenida en los genes de sus padres puede llevarse a cabo mediante reproducción asexual o reproducción sexual.
[1] La herencia es el proceso en el cual los genotipos crecen, es decir, el porcentaje de la variabilidad fenotípica debido a efectos genéticos aditivos.
¿Se transmite también algo de la personalidad, los gustos, el carácter, las capacidades o la inteligencia?
Los premiados no llevaban la genialidad grabada en el ADN ni provenían de familias con coeficientes intelectuales privilegiados, sino que se habían educado con el incentivo y la orientación creativa de sus padres.
[6] Existe toda una constelación de factores que sí son hereditarios pero no genéticos.
La teoría de los sistemas de desarrollo (DST) se opone a la definición de herencia como transmisión de genes y aplica el concepto a cualquier recurso que se encuentre en generaciones sucesivas y que contribuya a explicar por qué cada generación se parece a la que le precede.
Mezclar la herencia conduciría a la uniformidad entre las poblaciones en solo unas pocas generaciones y luego eliminaría la variación de una población sobre la que podría actuar la selección natural.
Los científicos de la Antigüedad tenían diversas ideas sobre la herencia: Teofrasto propuso que las flores masculinas provocaban la maduración de las femeninas;[15] Hipócrates especulaba con que las «semillas» eran producidas por diversas partes del cuerpo y transmitidas a la descendencia en el momento de la concepción;[16] y Aristóteles pensaba que los fluidos masculinos y femeninos se mezclaban en el momento de la concepción.
[18] Las antiguas concepciones de la herencia dieron paso a dos doctrinas debatidas en el siglo XVIII.
La Doctrina de la Epigénesis, originada por Aristóteles, afirmaba que un embrión se desarrolla continuamente.
[cita requerida] Durante el siglo XVIII, el microscopista holandés Antonie van Leeuwenhoek (1632-1723) descubrió «animálculos» en el esperma de humanos y otros animales.
Estos científicos formaron una escuela de pensamiento conocida como los «espermistas».
[20] Una escuela de pensamiento opuesta, los ovista, creía que el futuro humano estaba en el óvulo y que el esperma se limitaba a estimular el crecimiento del óvulo.