[6][7] Las hipótesis posteriores que se clasificaron como darwinismo social fueron descritas generalmente como una crítica por sus oponentes; sus defensores no tienden a identificarse con esta etiqueta.
Diversos autores consideran que las ideas ya mencionadas fueron usadas como un parteaguas para argumentar la veracidad teórica del darwinismo social y posteriormente su implicación a nivel político.
Se puede mostrar fácilmente que, desde la publicación de su obra, existió un gran interés en aplicar sus percepciones a teorías y concepciones sociales.
El éxito e interés despertado por esos discursos llevó a la publicación ―en 1880― de su Le Darwinisme social.
Si esta tendencia alternativa fuera observada también entre primos, habría poca duda que la nueva variedad es de un carácter estable y por lo tanto capaz de ser fácilmente desarrollada a través del entrecruzamiento (interbreeding en el original) a una raza pura y durable».
De acuerdo a Stuart Hughes[61] «con el darwinismo en su forma aplicada o social llegamos al centro del conflicto intelectual.
Bajo la influencia del darwinismo social, sin embargo, el positivismo comenzó a abandonar sus aspectos racionalistas: herencia y medio ambiente reemplazaron decisiones conscientes y lógicas como los determinantes principales de la acción humana.
Contra ese telón de fondo, y más allá de las posibles consideraciones académicas o teóricas al respecto, el hecho es que desde la última parte del siglo XIX existió una notoria avidez en el campo político por asimilar las advertencias maltusianas a los conceptos básicos enunciados por Darwin.
Como se ha avanzado, la teoría de la evolución darwiniana en sí misma no implica una posición política, sin embargo, tanto Spencer como Galton sí le dieron un contenido político concreto: «Siempre se le ha dado a Darwin el crédito por la frase de la supervivencia del más apto... pero en el trabajo de Spencer tomó también un significado político.
Se pueden agregar propuestas tales como las de José Manuel Pando, quien sostenía que «Los indios son seres inferiores y su eliminación no es un delito sino una selección natural».
[71] Sería quizás conducente a error no mencionar que el darwinismo social no solo fue utilizado para justificar políticas de discriminación social y racial, sino también en relación con la discriminación sexual (ver Feminismo).
Especialmente, el término hace referencia a un credo reaccionario, que promueve lucha competitiva, racismo y nacionalismo.
Citaciones del término fueron generalmente desaprobatorias de las ideologías racistas o imperialistas con las cuales estaba asociado».
Por inferencia, al menos, Hodgson parece sugerir que la obra de los científicos solo sufrió por asociación con políticas impopulares.
Sin embargo, esa sugerencia es rebatida por ―entre otros― Richard Weikart, quien es tanto profesor de historia en la Universidad de California como Asociado Sénior del Discovery Institute, organización que apoya la propuesta del Diseño inteligente;[83] Weikart sugiere: «No hay duda que Hitler fue un darwinista social, viendo la historia como una lucha por la existencia entre razas desiguales... es menos claro si el darwinisno social contribuyó al imperialismo y militarismo»[84] y ―contra la posición generalmente aceptada― que tanto Darwin como Spencer: «extrapolaron de sus teorías evolucionarías a percepciones sociales y económicas.
[86] Las proclamas y esperanzas del darwinismo social permanecieron firmemente en el campo de la pseudociencia en lo respectivo a ofrecer una explicación acerca del desarrollo social y facultades intelectuales humanas, poco más que una cubierta para prejuicios ―ver, por ejemplo, craneometría y poligenismo― hasta el descubrimiento de un mecanismo científico ―la genética― que parece ofrecer una explicación por los mismos.
Únicamente los genes que proporcionen ventajas reproductivas para el individuo al que pertenezcan los alelos tenderán a ser heredados por un número cada vez mayor de individuos, permitiendo al gen seguir existiendo.
[88] Sin embargo, esos estudios no ofrecen un lazo directo entre la influencia genética y resultados sociales.
Esa situación fue considerada directamente, en 1996, por Richard J. Herrnstein y Charles Murray en su famosa Curva de campana.
[89] El punto central del libro es que inteligencia ―conceptualizada y medida como IQ― es un fuerte predictor de éxito o fracaso social, medido en niveles de ingreso, desarrollo o éxito en el trabajo, etc.
En otras palabras, que las personas más inteligentes tienden a ascender en la escala social, independiente de su nivel socioeconómico inicial.
La obra postula la existencia de una elite cognitiva, que ocupa las altas capas sociales, pero también sugiere que hay diferencias raciales ―innatas o genéticas― en relación con la inteligencia: los negros tienen resultados más bajos, seguidos por los hispanos, en la cumbre, se encuentran los blancos, los judíos asquenazíes y los asiáticos.
Consecuentemente, 52 académicos publicaron Mainstream Science on Intelligence[90] como respuesta a esas «críticas infundadas, basadas en percepciones pasadas de moda y pseudocientificas».
En 1997 Stephen Jay Gould publicó La falsa medida del hombre, ampliando y profundizando esa crítica.
[92] Gould basó su ataque en una crítica a tanto en el constructo inteligencia y los métodos de medirlo como las implicaciones que de ambos se extraen, argumentando básicamente que el constructo IQ es un artefacto ―fuertemente influido por prejuicios tanto raciales como sociales― de las técnicas de su medida, y que, por lo tanto, cualquier conclusión derivada del proceso es invalida, especialmente la noción ―que algunos basan en esos estudios― que los genes determinan el destino individual y nada se puede hacer al respecto.
Muchos entre los pobres, adolecen de enfermedades o condiciones que dificultan su buen funcionamiento.
Y tales enfermedades o condiciones, tienen la ventaja ―para la investigación― de poder ser ―teóricamente― determinadas objetivamente, por criterios médicos.
[95] Y un metaanálisis encontró que «no hay evidencia que el genotipo... solo o en interacción con sucesos estresantes está asociado con un riesgo elevado de depresión, ya sea en hombres, mujeres o ambos grupos coordinados».
UU. que en los países capitalistas relativamente poco egoístas de Europa Occidental (Bélgica, Francia.
Notando además que las enfermedades mentales han incrementado en el Reino Unido desde la introducción del neoliberalismo de Margaret Thatcher, James concluye: «Esto no puede tener relación alguna con los genes».