490-430 a. C.) escribió que los primeros seres vivos provenían de la tierra y las especies surgieron mediante procesos naturales sin un organizador o una causa final.
Las obras de Aristóteles contienen algunas observaciones e interpretaciones sumamente inteligentes, junto con varios mitos y errores —reflejando el estado desigual del conocimiento en su época.
[12] Con esto, él rechazaba explícitamente la opinión de Empédocles respecto a que los seres vivos podrían haberse originado por casualidad.
Describe el desarrollo del cosmos, la Tierra, los seres vivos y la sociedad humana por medio de mecanismos puramente naturales, sin ninguna referencia a un agente sobrenatural.
A comienzos de la Baja Edad Media, en occidente el conocimiento griego clásico se había perdido completamente.
En esta versión cristianizada del universo platónico perfecto, las especies no podían cambiar nunca, y permanecían inmutables de acuerdo con el Génesis.
Este se encontró con un relativamente amplio desarrollo del pensamiento filosófico y con una nueva explicación aún más compleja de la realidad (el aristotelismo) que vino a tomar auge en Europa recientemente y que era conocido como un «averroísmo latino».
[33] Algunas teorías evolucionistas exploradas entre 1650 y 1800 postulaban que el universo, incluyendo la vida en la Tierra, se había desarrollado mecánicamente, sin ningún tipo de guía divina.
Escribió sobre modificaciones naturales que tienen lugar durante la reproducción, se acumulan a lo largo de muchas generaciones, y acaban produciendo razas e incluso nuevas especies.
Por ejemplo, creía que los leones, tigres, leopardos y gatos domésticos podían haber tenido un antepasado común.
Para él, las «degeneraciones» han podido afectar tan solo al tipo original de una especie por influencia especialmente del clima.
En 1796, Georges Cuvier publicó sus descubrimientos sobre las diferencias entre los elefantes vivos y los que aparecían en el registro fósil.
[45] En 1788, James Hutton describió procesos geológicos graduales que funcionaban constantemente a lo largo del «tiempo profundo».
El conocimiento respecto al registro fósil continuó avanzando rápidamente durante las primeras décadas del siglo XIX.
Argumentaba que estos cambios podían ser heredados por la generación siguiente, produciendo una lenta adaptación al medio.
Como joven estudiante, Charles Darwin se unió a Grant en investigaciones del ciclo vital de animales marinos.
Este libro proponía un escenario evolucionista para el origen del sistema solar y de la vida en la Tierra.
[51] Idealistas como Louis Agassiz y Richard Owen creían que cada especie era fija e inmutable porque representaba una idea en la mente del creador.
Owen encabezó una campaña pública que consiguió marginar a Robert Grant de la comunidad científica.
En 1855, las observaciones biogeográficas llevadas a cabo durante su trabajo de campo en Sudamérica y la Insulindia ya le habían dado la confianza necesaria en un patrón ramificándose de la evolución como para publicar un documento en el que afirmaba que cada especie se originó en gran proximidad a una especie muy próxima ya existente.
Una excepción a esto fue Alemania, donde August Weismann y Ernst Haeckel defendieron esta idea: Haeckel usó la evolución para desafiar la tradición establecida del idealismo metafísico en la biología alemana, al igual que Huxley la usó para desafiar la teología natural en Gran Bretaña.
Durante la mayor parte de la primera mitad del siglo XIX, la comunidad científica creía que, aunque la geología había demostrado que la Tierra y la vida eran muy antiguas, los seres humanos habían aparecido repentinamente unos pocos miles de años antes del presente.
Carolos Linneo había sido criticado en el siglo XVIII por agrupar humanos y simios como primates en su innovador sistema de clasificación.
[82] Richard Owen defendió vigorosamente la clasificación sugerida por Georges Cuvier y Johann Friedrich Blumenbach colocó a los humanos en un orden separado de cualquiera de los otros mamíferos, que a principios del siglo XIX se había convertido en la visión ortodoxa.
Huxley resumió su argumento en su influyente libro de 1863 Evidence as to Man's Place in Nature.
[85] En 1871, Darwin publicó The Descent of Man, and Selection in Relation to Sex, que contenía sus puntos de vista sobre la evolución humana.
Mantenía que los fines son falsas apariencias que reflejan la necesidad causal subyacente.”[86] En Inglaterra, el transformismo lamarckiano encontró un eco importante en una escuela radical de anatomía comparada entre cuyos miembros se encontraban Robert Knox y el anatomista Robert Edmund Grant.
En 1853, J. V. Carus, a partir del triple paralelismo establecido por Louis Agassiz, infirió la probabilidad de la evolución.
En 1969, Motoo Kimura y otros científicos desarrollaron una base teórica para el reloj molecular, argumentando que, al menos a nivel molecular, la mayoría de las mutaciones genéticas no son ni beneficiosas ni perjudiciales, y que la deriva genética, y no la selección natural, es la responsable de gran parte del cambio genético; la teoría neutralista de la evolución molecular.
Algunos biólogos evolucionistas establecidos, tales como Ernst Mayr, Theodosius Dobzhansky y George Gaylord Simpson, mostraron un especticismo extremo en lo referente a enfoques moleculares, especialmente cuando se trataba de conexiones con la selección natural.