Sinfonía n.º 5 (Prokófiev)

En 1936 Prokófiev regresó con su joven familia a la Unión Soviética y se instaló en Moscú.

El genio del compositor consistió en desarrollar estas ideas temáticas en estructuras genuinamente sinfónicas.

Un gran trabajo de elaboración conduce a una nueva melodía en 4/4, introducida por flauta y oboe.

El segundo tema es más animado y está entonado por las cuerdas con un acompañamiento trémolo.

[7]​ Una figura nerviosa en las cuerdas altas y bajas adquiere estatus temático en el desarrollo que sigue directamente.

La retórica se acumula, culminando en una coda que representa la "grandeza del espíritu humano".

Se trata de una electrizante coda, puntuada por un rugiente tam-tam y trémolos en la región grave del piano.

[1]​ Representa lo que el compositor visualizaba como la gloria del espíritu humano y constituye la cima de su pensamiento sinfónico.

El segundo movimiento, Allegro marcato, está en re menor, en compás de 4/4 y responde a una forma ternaria.

Esta atmósfera sin embargo se transforma en un torturado clímax antes de regresar al modo ensoñador.

Comienza recordando a Alejandro Nevski de 1939, pero continúa en el estilo del ballet Romeo y Julieta.

Una introducción lenta (ligeramente puntuada, basada en la música del movimiento inicial) prepara el Finale.

Los ritmos motorizados van desbordando la música hasta los últimos compases, cuando la mayor parte del entramado orquestal se desvanece de repente para dar protagonismo a unas cuantas cuerdas solistas.

Al final cuando el movimiento se esfuerza por termina en un tono victorioso, la música repentinamente degenera en una locura frenética, que es interrumpida por un cuarteto de cuerdas tocando staccato "notas equivocadas" con rudas interjecciones por parte de las trompetas, haciendo que el último acorde en si bemol mayor suene aún más irónico.

Prokófiev con Mira Mendelson en 1946.