Por etimología y en la nobiliaria política y civil «clásica», Señor es una forma de nobleza, esta se atribuye a quien presenta facultades que se fundamentan, de forma concomitante, en las virtudes cardinales, (la causa) que llevan a la honra (el efecto) y obtienen un honor públicamente reconocido (el premio).
Así conceptuado, se constituye en un atributo personal intransferible, honorífico de dignidad, respeto y preeminencia social.
Algunos vocablos que significan señor son: en italiano, Signore y Monsignore.
Y así la glosa de las partidas dice que: «Los reyes son guardados por los ciudadanos con su armas, mientras los tiranos son defendidos por mercenarios extranjeros», citando a Aristóteles en (3, Política, 10).
Según la tradición histórica eran latinos venidos de los reinos de Alba Longa, estableciéndose en el monte Palatino, luego se unieron los del monte Quirinal que eran Sabinos, resultando los Romaní y los Quirites.
En origen, Roma era una ciudad aristocrática, militar y agrícola dirigida por un rey (rex).
La República romana temprana sucede al primer estado mediante la ley tribunicia de Lucio Junio Bruto, Tribuno de los Celeres, y será gobernada por cónsules.
Se suspenderá el consulado y el tribunado mientras los Decemviros elaboran la Ley de las XII Tablas.
La Hispania visigoda no hizo sino continuar el statu quo del título integrado en su política cuando lo incluyó en el Liber Iudiciorum, después llamado Fuero Juzgo, donde se lee reiteradamente la alusión al «sennor» y a los «sennores» godos occidentales o visigodos: La prima utilización oficial del Don en el siglo VIII por Rodrigo, el último de los reyes visigodos, y luego por Don Pelayo es posterior al más antiguo tratamiento de Señor aunque luego fue antepuesto a este: Según el protocolo actual, se debe tratar a los que poseen este título de Ilustrísimo Señor de… Sin orden de prelación, porque en su caso particular depende de la circunstancia histórica de las épocas, naciones, países, entre otros: Rey, Príncipe, Duque, Conde, Marqués, Barón, Archiduque, Vizconde, Conde palatino, Ricohombre… Felipe II publicó el año 1585 su pragmática de las cortesías y Felipe III, poniéndose como ejemplo, normativizó taxativamente el uso del título nobiliario de señor o señora prefiriéndolo a cualesquiera otros, limitó todas las demás cortesías mediante nuevas pragmáticas, en la última se dice: Esto debía aplicarse de forma omnímoda y en la misma se prohíbe expresamente el uso de excelencia, así como el «señoría» cuando fuera acompañado del superlativo ilustrísima (señoría ilustrísima) exceptuándose a los cardenales y al arzobispo de Toledo «por ser primado de las Españas».
En la Edad Media, «señor» era el título del que dominaba en un feudo (señor feudal, que en las fuentes se identifica con la palabra latina dominus, la francesa seigneur o la alemana Herr).
También en Aragón se denominaba Señor a quien recibía unas tierras en honor regalis.
Históricamente, nadie llamaba señor al mero propietario de esclavos o siervos, salvo estos.
En las religiones monoteístas, el término suele aplicarse a la divinidad (Yahvé, Dios, Alá).
En el judaísmo, el nombre de Dios, que no se debe pronunciar por respeto, es sustituido en las lecturas por la palabra hebrea Adonai, que significa ‘señor’, y que se utilizaba para referirse a una persona importante, con capacidad para ejercer su dominio sobre algo o alguien.
Seguían así la misma tradición de culturas próximas, que consideraban a sus dioses los señores del país.
Con la llegada del cristianismo, la palabra «Señor» es utilizada igualmente para referirse tanto a Dios Padre como a Cristo, tradición que se encuentra reflejada ya en las epístolas de Pablo de Tarso (entre los años 51 y 67).