Felipe de Bélgica (1837-1905)

En 1869 se convirtió en comandante superior de la caballería, cargo que ocupó hasta 1902.

Durante la guerra franco-prusiana de 1870, en la que Felipe participó, se preservó la neutralidad e integridad del territorio belga.

Sin embargo, su fortuna le permitió llevar a cabo una acción cultural real expresada por su mecenazgo hacia artistas más bien seguidores del género convencional.

Cuando Felipe murió en 1905, esta figura familiar para los bruselenses dejó en la memoria a un príncipe bibliófilo y esteta.

Desde niño, Felipe realizó estancias regulares en Ostende en verano y pasó largas vacaciones con sus abuelos maternos en las residencias reales francesas.

A la muerte de la reina Luisa María en 1850, Felipe solo tenía trece años.

La reina Victoria le recomendó que estuviera más cerca de su familia.

Por otro lado, si le damos al escritor Hendrik Conscience como tutor, este nombramiento sigue siendo honorario porque Felipe nunca aprendió el idioma holandés.

La Constitución belga le permitió convertirse en senador por derecho, pero nunca se sentó en la cámara alta.

Desde 1852, Felipe participó en maniobras militares que solían tener lugar en el campo de Beverloo.

Su separación constituyó una prueba difícil para Carlota y Felipe, quienes, por tanto, iniciaron una intensa correspondencia.

En 1861, Felipe realizó dos visitas a Prusia: la primera durante el funeral del rey Federico Guillermo IV; la segunda para asistir a las celebraciones de la coronación de su sucesor, Guillermo I, en Königsberg.

Esta nueva situación no le afectó porque, aunque había sido convocado varias veces, nunca manifestó deseos de ser rey.

Soltero, Felipe podría casarse con una de las dos hijas del emperador Pedro II.

Este último, sin un heredero varón, deseaba conceder a sus futuros yernos vastos territorios en los que se asentarían los colonos europeos.

Aparte del clima templado, Felipe no veía ninguna razón para presentarse como candidato a reinar en un país cuya situación era inestable.

Sin embargo, este último que nunca había solicitado tal función se negó a aceptar el trono.

Estas sucesivas negativas a desempeñar un papel protagónico se explican por su gusto por llevar una existencia relativamente libre y también por la sordera que padecía desde su juventud.

En México, donde el emperador Maximiliano, cuñado de Felipe, había reinado durante dos años, la situación se tornó inestable tras la negativa de Napoleón III a seguir apoyando militar y financieramente al imperio que creó para Maximiliano.

En septiembre, Carlota intentó esta vez obtener ayuda del soberano pontífice; pero el papa Pío IX no le apoyó.

En un intento por romper con su soledad, organizó suntuosas veladas en su palacio, que se convirtió en el lugar por excelencia de la vida social belga.

Cuando estaban separados, se escribían diariamente cartas en las que se confiaban sus estados de ánimo y reflexionaban sobre sus contemporáneos o sus análisis de la situación política, reflejando el mismo espíritu conservador.

Felipe no estaba matriculado en la Real Academia Militar, pero hacía ejercicios tácticos militares alrededor del castillo de Laeken.

Su objetivo era mantener la neutralidad del territorio belga porque temía la invasión de uno u otro beligerante.

Durante el conflicto, Felipe mantuvo correspondencia regular con su hermano, Leopoldo II, quien le dio sus directivas.

El conde de Flandes llevaba una vida cómoda en su residencia, donde lo atendían 70 personas.

Coleccionaba antigüedades y obras de arte, adquirió valiosos caballos y construyó entre sus muros una notable biblioteca (30.000 volúmenes encuadernados, que se disponían en estanterías que sumaban casi 1,2 km de longitud).

Felipe entabló relaciones amistosas con el pintor orientalista y posromántico Jean-François Portaels.

Presente cuando el anarquista Rubino disparó en dirección al rey, Felipe sufrió tres días después una congestión cerebral.

La salud del conde de Flandes se deterioró durante los siguientes tres años.