Ya en su faceta de prócer independentista contribuyó con sus servicios y sus propuestas jurídicas a la cimentación del proyecto republicano.
Por leer libros prohibidos fue obligado a comparecer ante los jueces de la Inquisición cada semana y durante varios años.
[2] Llegó a Cádiz en 1810, y según él, en solo once días escribió allí un libro a pedido del ministro de Gracia y Justicia Nicolás María Sierra, obra en la que expuso los defectos de la administración colonial dando a la vez los consejos para su solución y que años después publicaría bajo el título de Plan del Perú.
Pese a esta negativa, los jefes revolucionarios le concedieron un salvoconducto para que pudiera salir del Cuzco sin dificultad.
[2] Debelada la rebelión cusqueña, el virrey Abascal lo llamó a Lima y le inició proceso acusándolo de complicidad con los rebeldes (1815).
[2] Restaurada la Constitución liberal en 1820, Vidaurre y otros americanos residentes en la península solicitaron la igualdad de representación en las Cortes.
A ese efecto, afirma el propio Vidaurre, escribió tres representaciones sobre la materia.
[7] Volvió a América tras ser nombrado oidor en la Real Audiencia de Puerto Príncipe, actual Camagüey, en Cuba (1820).
En ese nuevo escenario expresó opiniones políticas muy atrevidas, por lo que sus superiores decidieron su traslado a la Real Audiencia de Galicia, en España (1822).
Pero no quiso hacer ese viaje y se dirigió a los Estados Unidos.
Se sumó entonces al bando liberal antibolivariano encabezado por el clérigo Francisco Javier de Luna Pizarro.
Dicho congreso constituyente fue el que elaboró la segunda constitución política del país.
Por segunda vez viajó a los Estados Unidos, desembarcando en el puerto de Salem.
Si fuese preciso callarán las leyes para mantener las leyes.»[22] Debió renunciar tras la conmoción que significó el fusilamiento del capitán Felipe Rossel, acusado de conspiración.
[26] También publicó arengas que debió pronunciar o pronunció en festividades oficiales y colaboró en la edición del Diario de Debates de la Convención Nacional (1833-1834), en El Genio del Rímac (1833-1834) y en El Constitucional (1833-1834).
Durante la Confederación Perú Boliviana, se puso al servicio del protector Andrés de Santa Cruz y fue acreditado como ministro plenipotenciario en el Ecuador, con la misión de evitar que dicho país se sumara a la guerra restauradora desatada por los chilenos aliados con los emigrados peruanos.
[25] Derrumbada la Confederación en 1839, fue privado de todos sus cargos públicos, incluyendo su magistratura en la Corte Suprema.