La literatura húngara también puede incluir obras escritas en otras lenguas, en especial el latín, siempre que tengan una relación geográfica o cultural con Hungría.
Aunque ha sido prácticamente desconocida en el mundo occidental durante siglos, la literatura húngara ha adquirido mayor notoriedad a finales del siglo XX gracias a la aparición de figuras como Antal Szerb, Sándor Márai o Magda Szabó, cuyas obras se han traducido a gran número de idiomas.
Los comienzos del idioma húngaro como tal (conocidos como "periodo proto-húngaro") se sitúa alrededor del año 1000 a. C., cuando, según las investigaciones científicas actuales, se separó de sus lenguas hermanas, las lenguas úgricas.
Las primeras fuentes escritas del húngaro son unas anotaciones en un fuero de la Abadía de Tihany (1055), que contiene múltiples términos húngaros, incluyendo la expresión feheruuaru rea meneh hodu utu rea, "subiendo el camino militar hacia Fehérvár", en referencia al solar donde se construyó la abadía.
Tanto el Sermón funerario como las Lamentaciones resultan difíciles de leer y entender para un hablante contemporáneo de húngaro, en especial porque el alfabeto latino de 26 caracteres no se adaptaba bien para representar todos los sonidos del húngaro, y los signos diacríticos y las dobles grafías no se habían establecido todavía.
Entre los documentos más importantes escritos en latín en esta época se encuentran las Admoniciones de San Esteban a su hijo el Príncipe Emerico.
Los poetas más importantes de esta época son Bálint Balassi (1554–1594) y Nikola Zrinski (1620–1664).
Las obras escritas en latín son numerosas en este periodo; István Szamosközy, Baranyai Decsi János, Miklós Istvánffy, János Bethlen y Farkas Bethlen, Ferenc Forgách, etcétera, escriben importantes obras históricas desde el siglo XVI al siglo XVII.
A este grupo pertenecían, entre otros, el fundador de la revista que daba nombre al grupo, Károly Kisfaludy, hermano del también poeta Sándor Kisfaludy, el historiador Ferenc Toldy o József Bajza, que jugó un importante papel como crítico; el único gran poeta de la época que se situaba fuera de este círculo, y que aceptaba al ilustrado Kazinczy como maestro fue Ferenc Kölcsey.
También al movimiento Romanticismo pertenece, aunque con una personalidad propia muy marcada, Sándor Petőfi, el considerado "poeta nacional" de Hungría.
La literatura de los primeros años del siglo es más ensayística que narrativa o poética.
A este grupo pertenecía también el novelista Zoltán Ambrus, autor de El rey Midas, y otros escritores de relatos breves, como Jenő Heltai, Viktor Cholnoky y Zoltán Thury.
Al mismo tiempo que estas tendencias se desarrollaban en la capital, en otra ciudad húngara, Szeged, comenzaba a expandirse en regionalismo húngaro, gracias a novelistas como István Tömörkény o Ferenc Móra, que retrataban la vida de los campesinos húngaros sin excesiva idealización.
Significativamente, la revista literaria más influyente de este periodo llevaba por nombre Este (como oposición a Nyugat, Occidente), coeditada por el influyente crítico János Horváth y Cécile Tormay, quien también destacó como novelista.
Tras unos primeros años en que la vida cultural comenzó a reorganizarse entre las ruinas con relativa rapidez y libertad, a comienzos de los años 1950 todo estaba ya férreamente controlado por los aparatos del estado comunista, dirigidos fundamentalmente por József Révai.
La situación se volvió algo más abierta hacia 1953, cuando una nueva política algo más liberal, establecida por Imre Nagy, intentó que los escritores se expresaran con mayor libertad; este aperturismo fue sin embargo segado de nuevo por Révai y sus colaboradores, que intentaron volver a la situación de control anterior.
Tras el aplastamiento de la Revolución, intentar volver al control férreo del estalinismo era imposible; la oposición fue suprimida duramente en los años 1956 y 1957, pero ya en 1960 se produjo una primera amnistía.
En un intento por mostrar una mayor apertura, se renunció al principio del realismo socialista como única tendencia literaria válida, y se animó a escritores veteranos del periodo de entreguerras a publicar.
También se permitió la publicación de obras extranjeras, aunque no fueran afines al ideario comunista.
Otros novelistas como Endre Fejes, György Moldova o Gyula Fekete comenzaron a escribir obras que planteaban preguntas que habían sido tabú durante los años 1950, como la situación real de la clase trabajadora, o la cuestión judía en Hungría.