En ambos casos aparece el tema de una otredad inasimilable, hay un ultraje a un vilano por parte de un miembro del ejército y se oponen dos mundos incompatibles; en ambas piezas se responde matando al ofensor, y en la última secuencia una autoridad superior (Juan de Austria en El Tuzaní, Felipe II en El alcalde de Zalamea) acaba por avalar la conducta del infractor, que queda perdonado.
La estructura es muy sólida: enfrenta tensamente a dos grupos de personajes opuestos; por ejemplo, don Lope aparece en escena solo en cinco secuencias y teniendo como interlocutor en todas únicamente a Pedro Crespo: la relación es antagónica incluso físicamente, ya que el fiero y jurador don Lope es cojo, algo folclóricamente identificado con el diablo y los caracteres diabólicos, como observó Stefano Arata.
El capitán Don Álvaro Ataide, personaje de extracción nobiliaria, es alojado en la casa del labrador rico de la localidad, Pedro Crespo, a cuya hermosa hija Isabel secuestra y viola.
Cuando Pedro Crespo intenta remediar la situación, ofrece bienes a Don Álvaro para que se case con Isabel, a la que rechaza Don Álvaro por ser villana, es decir de clase inferior.
En pleno trauma familiar, es elegido alcalde de Zalamea y siguiendo una querella cursada a la justicia por la ultrajada Isabel, aun sin poseer jurisdicción sobre el militar, Pedro Crespo prende, juzga y hace ajusticiar a Don Álvaro dándole garrote.
La trama se resuelve cuando el Rey Don Felipe revisa la decisión del alcalde, la ratifica y premia su decisión nombrando a Pedro Crespo alcalde perpetuo de Zalamea.
En el alcalde de Zalamea, se cuenta la venganza del Alcalde Pedro Crespo, que da muerte a don Álvaro, el arrogante capitán que ha secuestrado a su hija.
Él mismo cierra la obra con dos versos significativos: «Con que fin el autor da / a esta historia verdadera», pero solo es una frase hecha que pretende destacar la verosimilitud o veracidad del texto, no su realidad histórica.