Hasta tal punto pivota el drama en torno a este personaje que en ocasiones esta obra ha llevado por título Pedro Crespo o El alcalde de Zalamea.
Cuando éste tiene noticia del ultraje ruega de rodillas a Don Álvaro que tome a su hija por esposa, ofreciéndole en compensación su hacienda y poniéndose él mismo a su disposición, pero el capitán rechaza tal oferta al ser Isabel de extracción humilde, y espeta insolente Pregunta también el capitán: En este caso es Juan Crespo, hijo de Pedro Crespo, el que responde: Como respuesta Pedro Crespo, que entretanto ha sido elegido alcalde de Zalamea, toma preso al capitán, lo juzga y lo ajusticia mediante garrote (otro título que a veces ha recibido la obra: "El garrote más bien dado").
El rey Don Felipe II interviene finalmente para ratificar la decisión del alcalde y confirmarlo de modo vitalicio en su cargo.
Obviamente la violación es un delito grave según las leyes de los países civilizados, pero conforme a los códigos imperantes en la época este aspecto tenía además toda la importancia que se pone de manifiesto en la obra, en cuanto a consecuencias negativas para la mujer.
Como explica San Agustín en «La Ciudad de Dios» a propósito de las vírgenes cristianas violadas por los bárbaros, el honor del alma no se destruye por el ultraje, pero el destino de la mujer agredida quedaba marcado y no le quedaba otra vida posible que el apartamiento de la sociedad para siempre, cuya fórmula era la reclusión en un convento.