Sin embargo, su padre era visto como un usurpador por casi toda la realeza europea y este fue su principal obstáculo durante las negociaciones para su matrimonio con un monarca o un príncipe heredero.
Clementina nunca fue reina, pero intentó realizar su sueño a través de sus hijos.
[1][Nota 3] Descrita como una bella joven,[2][3][Nota 4] Clementina tuvo entre sus profesores al historiador Jules Michelet, oriundo de una familia de tradición hugonota, que glorificaba la Revolución francesa mientras le enseñaba historia.
[Nota 6] El rey de los belgas empezó sus negociaciones con sus hermanos, Enrique y Fernando, sobre Augusto, hijo de este último, que tenía en aquella época 25 años.
[10] En el exilio, Clementina inició una campaña con el objetivo de recuperar los bienes de la familia, secuestrados por un decreto del emperador Napoleón III, mediante cartas dirigidas a la prensa francesa.
Extremadamente rica, la princesa se volvió bastante popular en su patria adoptiva por sus generosas donaciones —como los 4 millones de francos que donó para la finalización de una línea férrea que integraba Bulgaria a la red ferroviaria europea— y por la financiación de instituciones públicas —como la construcción de una escuela para ciegos y el hospital Klimentinskata así como la Cruz Roja búlgara, fundada y mantenida por ella—.
[24] Posteriormente, como Fernando bautizó a sus otros hijos como católicos, fue posible una reconciliación con su madre.
Clementina coordinó una campaña humanitaria que recogió donativos por toda Europa, incluidos 2000 francos donados por el emperador Guillermo II de Alemania.
A pesar de la gravedad del accidente, no resultaron heridos.
[29] Con el paso del tiempo, Clementina fue perdiendo progresivamente la audición y, en sus últimos años, tuvo que utilizar un gran audífono.