Fue tratado desde pequeño con demasiada displicencia, ya sea por su padre, por el rey o por el duque Felipe II de Orleans, el regente que sucedió a Luis XIV.
En dos oportunidades fue necesario llamar al médico para que atendiera las heridas y contusiones de Luisa Isabel.
Cuando Francia declaró la guerra a España en 1719, Luis Armando fue nombrado lugarteniente general y comandante de la caballería.
Sin embargo nada, excepto poner a un príncipe de sangre real en ese puesto, justificó la elección.
Las constantes peleas con el Mariscal de Berwick suscitaron un escándalo entre los subordinados y la tropa, por lo que en poco tiempo fue relevado del mando.