Los vestigios más antiguos del pueblo se remontan a la Edad de Hierro, en la que el pueblo se asentaba en una zona elevada y muy protegida llamada “El Castro”, reiterando con este topónimo su identificación arqueológica.
En la Edad Media, el territorio en el que se asienta Camarzana quedó integrado en el Reino de León,[5] cuyos monarcas habrían emprendido la repoblación del pueblo.
El pueblo dispone de dos zonas claramente delimitadas y ricas en fauna y flora; por un lado el monte, donde predomina la encina con todo su cortejo (retamas, jara, tomillo) y se puede encontrar una gran variedad de pequeños mamíferos, como el conejo o la liebre.
Desde entonces, siguiendo la tónica general de las zonas rurales en España, la población ha ido descendiendo.
Deben destacarse dos elementos arquitectónicos de gran interés: su iglesia parroquial, que aloja en su interior un bello retablo barroco y su ermita de la Trinidad en la que, a pesar del expolio, podemos admirar un bello retablo.
En el año 2007 se llevaron a cabo unas excavaciones arqueológicas que descubrieron unos mosaicos romanos en un solar del pueblo.
Se elaboraban con manteca de cerdo, harina, agua y miel.
Antiguamente con la llegada del verano aparecían una serie de faenas agrícolas relacionadas con los cereales (trigo, cebada o centeno).
Esta faena pasaba por varias fases, todas ellas recogidas en la tradición literaria y musical de la zona.
Se comenzaba por la siega de los cereales en las tierras, le seguía el acarreo (en carros de madera tirados por vacas) ya en las eras el trigo se disponía en grandes medas hasta que comenzase la trilla en la que se empleaban no solo a las vacas sino también a caballos, mulas e incluso burros.
Una vez trillado, se emparvaba y se esperaba a que llegase el viento para limpiar la parva y separar así el trigo de la paja.
Una vez extraído el mosto, se introducía en grandes cubas de roble y allí junto con los rabos y casullos de la uva se dejaba fermentar hasta que una vez reposado y perdido su dulzor se comenzaba a consumir como vino joven para alegrar las largas veladas invernales, las felices celebraciones familiares (bodas, bautizos...) así como también estaba presente en las tristes despedidas de los seres queridos (quizás por el dicho de olvidar las penas).
Esta era una faena que implicaba a todos los miembros de la familia, desde el abuelo hasta el más pequeño y también era un motivo para reunir a todos los familiares ya que no solo participaban los más cercanos sino que también los tíos, primos y parientes.
El cerdo era expuesto durante 24 horas en un cuarto frío y al día siguiente se le deshacía, separando las diferentes partes para su consumo inmediato o posterior: jamones, espalda, espinazo, orejas, etc. Con la carne se elaboraban los "chichos" con pimentón, ajo, orégano y agua, que servía para envasarlos en tripas y elaborar el tradicional chorizo zamorano.