Esta localidad conjuga su belleza artística, reflejada en los restos de la arquitectura basada en tapia de barro, canto rodado y teja, con la paisajística, ya que cuenta con una exuberante naturaleza propiciada por su proximidad al río Tera, situado a escasos 200 m de la población.
En la Edad Media, el territorio en el que se asienta la localidad quedó integrado en el Reino de León, cuyos monarcas habrían emprendido la fundación del pueblo.
Entre sus edificios destaca la iglesia parroquial de San Pelayo, con una esbelta espadaña.
Cada año, un vecino se encarga de sufragar los gastos, al que llaman mayordomo.
Los vecinos son invitados a vino y escabeche en la plaza del pueblo.
Por la tarde, algunos años era tradición los grupos de bailes regionales, venidos desde la capital.