Álvaro Delgado Ramos

A lo largo de su vida artística desarrolló con especial intensidad el género del retrato.Del texto escrito en el catálogo se desprenden como notas en común: "ser residentes en Madrid y haber realizado sus estudios en la ciudad".A Cossío, Delgado le conoce en la posguerra, en las tertulias que se hacían en el café Lyon.Todas estas enseñanzas constituyen los pilares sobre los que se asienta "La Joven Escuela de Madrid".Álvaro Delgado frecuentó las tertulias del café Lyon, donde se relacionaba con la pintora Menchu Gal y el crítico Ramón Faraldo.Vivió en la Rue Mazarine, n.º 9, barrio de Saint Germain, en el estudio del pintor Marcel Bouissou.Los éxitos obtenidos le afirmaban en su postura figurativa, ahora plenamente expresionista y de fuertes raíces hispánicas.En 1961 tomó parte en la colectiva "Peintres Contemporains d´Espagne" (París) y en el XI Salón de Grabado.Álvaro Delgado se encuentra con una zona detenida en el tiempo, donde la mecanización no había hecho su presencia; un paisaje virgen, gentes rústicas, inmunes al tiempo.Reconociendo su labor divulgadora, en 1978, el Ayuntamiento de la Olmeda, acuerda poner una calle a su nombre.Álvaro Delgado realizó sobre este personaje 5 dibujos y 4 óleos que supusieron un gran impulso para su carrera.En 1974 presenta en Madrid, en la Galería Columela, su apostolado, “Doce hombres de la Olmeda”, el Cristo y “La Guerra”.Desde este momento tanto su vida, como su obra se desdobla entre las dos Españas: la húmeda y la seca, dos ecosistemas que para el artista son complementarios.Ahora profundiza más en el hombre y su entorno siguiendo la línea iniciada en su "Crónica de la Olmeda".En cuanto a la técnica pretende conquistar una libertad caligráfica que le conduce al borde de la abstracción.Entrado el Siglo XXI, la labor de Álvaro Delgado sigue siendo reconocida con premios y distinciones.Se produce en estas pinturas una especie de conexión entre el tema y problema que nos revela la postura del artista.Álvaro Delgado consigue, además de revitalizar el tema, que sean verdaderos documentos animalísticos.Para el desnudo, Álvaro Delgado, parte del compromiso social con la prostitución en su serie de "rameras".Concluye con una estética arcaica, remitiéndonos en sus venus prehistóricas al origen de la vida, misterio que termina por asociar con el temor a la muerte.En general, su pintura destaca por un fuerte dominio de la técnica, en la que se impone la estructura cubista, el valor gestual y la fuerza del color.Las obras de los primeros años (1938-1947) se caracterizan por una figuración que enlaza tradición y modernidad.Las numerosas visitas al Museo del Prado y las enseñanzas de Vázquez Díaz hicieron posible esa conjunción.A esta manera de hacer, Álvaro Delgado irá asociando el valor expresivo del color y la materia.No obstante, se observa en las figuras una tendencia al alargamiento del canon reflejando su admiración por El Greco, que desde Vallecas se le presentaba como símbolo de la libertad plástica, y a la vez un acercamiento a Modigliani que denota la conexión con las vanguardias.Las composiciones de figuras se organizan en torno a un eje vertical, formando pirámides o estructuras romboidales.En torno a 1964, Álvaro Delgado realiza el primer apostolado de Navia, obra clave en su evolución, al centrarse ahora en lo matérico.La gama castellana asciende hasta los tonos rojos que, colocados junto a los verdes, actúan como complementarios potenciando la luminosidad y el dramatismo.En los últimos años, Álvaro Delgado sigue tensando la cuerda de la figuración dando un paso más en su trayectoria expresionista que se manifiesta en una libertad absoluta en cuanto al uso del gesto y el color que llegan adquirir autonomía propia.Se ha insistido en un expresionismo próximo al grupo Cobra, en particular con Karel Appel, en cuanto al primitivismo de las figuras en lo deliberadamente mal hecho, en la fuerza y violencia del color, en el carácter expresivo de la materia, pero ese acercamiento se reduce a lo formal, mientras se distancia del sentido trágico de este grupo, para imponer un carácter lúdico e irónico como en sus mendigos carolingios.