[5] Aquel manifiesto visual castellano, resumido en la consigna «¡Vivan los campos libres de España!», proponía el paisaje elemental y descarnado como objetivo único.
Aquella iniciativa vanguardista germinó pronto en el Madrid inspirado y más joven del momento, ampliando la alegoría podría escribirse que «gran parte del público invadió el escenario».
Poetas, escultores, pintores, fotógrafos, arquitectos en ciernes, periodistas, intelectuales, se unieron a la «cabalgata de gigantes y cabezudos»: Maruja Mallo, Juan Manuel Díaz Caneja, Antonio Rodríguez Luna, José Moreno Villa, Nicolás de Lekuona (los más implicados, como «actores secundarios»); además de Enrique Climent, Antonio Ballester, Luis Castellanos, Francisco Mateos, Eduardo Díaz Yepes, Jorge Oteiza, Rafael Pérez Contel, Timoteo Pérez Rubio, Enrique Garrán, Ángel Ferrant, Josep Renau, Gil Bel, Gregorio Prieto, el escultor Francisco Badía, el poeta José Herrera Petere, el poeta argentino Raúl González Tuñón...
También confluyen y participan en algunos «ensayos» Miguel Hernández, Federico García Lorca, José Bergamín, Pablo Neruda o Rafael Alberti.
Entre tanto, Alberto se ha quedado al mando de la escuela (y comienza a publicar su obra teórica vallecana).