En una sala de exposiciones del periódico La Vanguardia pudo exhibir sus obras tres años más tarde, como asimismo participar en una exposición colectiva como socio del Círculo Artístico de San Lucas al que había ingresado poco antes.Ese mismo año comenzó a escribir sobre arte, cosa que haría durante toda su vida, con un artículo en la revista Universitat catalana.«Se trata de una escena sobria, contenida, de gran pureza formal por su marcado geometrismo y regularidad, sin el dinamismo ni la expresividad que hemos visto en el simbolismo del que intenta alejarse».[11] Sin embargo, estos frescos recibieron tan fuertes críticas por parte de la prensa de su tiempo que las autoridades catalanas decidieron suspender el encargo hecho a Torres García, ordenando que interrumpiera su obra, y cubrieron finalmente sus murales con otras pinturas.La vida reposada no duró mucho, puesto que solo cinco años más tarde, totalmente endeudado y en situación financiera crítica se vio obligado a vender la casa.[12] Junto al pintor español Rafael Sala expuso en 1917 nuevamente las Galerías Dalmau de Barcelona.Se estableció allí con una fábrica para los juguetes de su creación[6] Sin embargo, su estancia en Nueva York le proporcionó pocas alegrías y muchos sinsabores.Intentó infructuosamente trabajar en la Sociedad Hispánica de América o dedicarse a la decoración teatral pero sin suerte.[15] Mas el negocio de los juguetes duró muy poco: nuevamente la desgracia se cruzó en sus planes y en 1925 un incendio destruyó completamente su fábrica neoyorquina, de modo que Torres García tuvo que terminar con la compañía.Participaron Hans Arp, Sophie Taeuber-Arp, Theo van Doesburg, Mondrian y Van Rees, entre otros.Poco después del regreso a su ciudad natal fundó la Asociación de Arte Constructivo.[19] Como recuerda Guido Castillo, escritor y director de Removedor, la revista del Taller, “Torres García les enseñó el oficio del la pintura con el máximo rigor y sin la menor rigidez, para que supieran cumplir con las reglas por un profundo conocimiento de ellas”.Su libro Universalismo constructivo, publicado en 1944, constituye la base para entender su visión del arte.En 1948 se comenzó a construir la casa de Torres García en la calle Caramurú 5612, diseñada por los arquitectos Ramón Menchaca y Ernesto Leborgne.En sus pinturas tempranas se encuentran referencias al mundo antiguo greco-romano, así como a maestros del arte español y renacentistas italianos, las mismas se caracterizan por un ajustado dibujo de gran sobriedad cromática y una particular geometría de corte modernista.Organiza las formas geométricas sobre una idea mística de la proporción y el orden, en las que incluye numerosos símbolos universales.La punta de América, desde ahora, prolongándose, señala insistentemente el Sur, nuestro norte."[29] Con esta idea, Torres García plantea crear una tradición autónoma de arte moderno americano.Un paradigma racional y universal capaz de sentar las bases para un verdadero arte moderno americano.La obra se compone de una estructura cuadriculada en la que cada sección alberga diferentes elementos pictóricos, desde figuras humanas y animales hasta símbolos abstractos.[33] “Composición 2” es un ejemplo destacado de cómo Joaquín Torres García logró una síntesis única entre las vanguardias europeas y las tradiciones americanas.Su enfoque constructivista y su inclusión de símbolos universales influyeron significativamente en el desarrollo del arte moderno en América Latina.A través de su geometría ordenada y sus símbolos universales, Torres García nos invita a reflexionar sobre la conexión entre arte, cultura y espiritualidad, consolidando su legado como uno de los pioneros del arte moderno en América Latina.
Constructivo con Reloj
, 1936, óleo sobre tela, 30.18 x 35.56 cm.
Arte Constructivo
, 1943, óleo sobre tela, 98 x 78 cm. Colección del Museo de Bellas Artes de Buenos Aires.