François Rabelais

François Rabelais (pronunciado /fʀɑ̃ˈswa ʀaˈb(ə)lɛ/; Chinon c. 1483 o 1494 según las fuentes-París, 1553) fue un escritor, pedagogo, médico y humanista francés.Es considerado el primer gran prosista francés,[2]​y su exuberancia creativa, su vocabulario colorista y amplio y su variedad literaria le han valido un lugar perdurable en la historia de la literatura francesa del siglo XVI.[6]​Su legado literario es tal que el adjetivo rabelaisiano designa algo «marcado por un humor burdo y robusto, la extravagancia de la caricatura o un naturalismo audaz».Rabelais se interesa por los autores antiguos y mantendrá correspondencia con otros humanistas célebres.En el monasterio cercano de Fontaine-le-Comte, vuelve a ver al noble abad Antoine Ardillon.Rabelais no se pliega fácilmente a las reglas monacales ni permanece enclaustrado en su monasterio.En la primavera de 1532, Rabelais se instala en Lyon, gran centro cultural donde florecía el comercio librero.Rabelais publica en 1532, bajo el anagrama de Alcofribas Nasier e inspirándose en el texto anónimo Las grandes e inestimables crónicas del gran Gigante Gargantúa, su Pantagruel, y obtiene un gran éxito.Pero este monasterio se había vuelto una colegiata de canónigos justo antes de que Rabelais fuera acogido allí; una nueva requisitoria al papa permitió a Rabelais resolver este problema y recobrar así su libertad legalmente.En 1540, François y Junie, hijos bastardos del hermano Rabelais, son legitimados por Paulo III.Rabelais se propuso escribir un texto que retomase la trama narrativa de las Crónicas.El recurso a los gigantes permite también trastocar la percepción normal de la realidad; bajo esta óptica, la obra de Rabelais se inscribe en el estilo grotesco, que pertenece a la cultura popular y carnavalesca.Ojos modernos dirían que mucho de su lenguaje es escatológico, lleno de inmundicias, secreciones y referencias explícitas a los órganos sexuales, condimentadas siempre con un explosivo sentido del humor, lo que lo liga en cierta forma al Quijote de Cervantes (recordar la escena en la que Sancho vomita sobre don Quijote y este a su vez vomita sobre Sancho) y a la picaresca española.Sin embargo, el tema del gigante no ha sido explotado solamente por su vena cómica.Rabelais intenta así a través de sus textos conciliar cultura humanística erudita y tradición popular.Contra esta oscilación entre fantasía desbocada y simbolismo intelectual, ¿cómo comprender la obra de Rabelais?Pero en la segunda mitad del prólogo critica a los comentaristas que buscan sentidos ocultos en las obras.En conclusión, Rabelais quiere dejar perplejo al lector y busca la ambigüedad para perturbarlo.Se apoya para ello en extractos de sus obras, en particular la «Carta de Gargantúa a Pantagruel», así como en las acusaciones vertidas contra su autor por Juan Calvino (Des scandales, 1550) y por Robert Estienne (Prefacio del Evangelio según Mateo, 1553).[9]​ El éxito de Rabelais se comprueba con traducciones a veces poco escrupulosas.[14]​ L'éditeur anonyme du Cinquième Livre, par le fait qu'il publie à titre posthume, ainsi que par l'exergue liminaire du roman, atteste d'un prestige encore vivant[N 1]​.Montaigne, que menciona sus libros entre los útiles para su relajación sin extenderse especialmente, da fe de la difusión del legendario, excéntrico y frívolo Rabelais[15]​ ("Entre los libros meramente agradables, me parecen dignos de diversión los modernos, el Boccaccio Decamerón, Rabelais, y los Johannes Secundus Besos, si es que deben albergarse bajo ese título.[18]​ En el De Scandalis, Calvino ataca a los humanistas por su orgullo e impiedad, declarando que la cultura antigua es perjudicial y vana.[20]​ En la segunda mitad del siglo, su obra fue considerada herética tanto por católicos como por calvinistas, lo que tendió a oscurecer su importancia literaria.[22]​ El espíritu del clasicismo francés, su gusto por la medida y la corrección, no encaja bien con la prosa exuberante de Rabelais.[23]​ Sin embargo, varios escritores bastante independientes, como La Fontaine, Molière y la Marquesa de Sévigné[24]​ lo tienen en alta estima, incluso a veces se inspiran en él.[25]​ Sin embargo, en la primera parte del siglo XVII, los personajes rabelaisianos se encuentran en círculos mundanos o ballets superficiales, como el ballet des Quolibets[N 5]​ y el ballet de los Pantagruélistes, cuyo autor es desconocido.Los médicos Guy Patin y Paul Reneaulme, el gramático Ménage proponen diversas interpretaciones alegóricas.[30]​ La interpretación subversiva llegó a su punto culminante cuando, en plena Revolución, el escritor Pierre-Louis Guinguené convocó al franciscano como un profeta anónimo[31]​[N 6]​.Le apodó el "bufón Homero", expresión que más tarde tomó prestada Victor Hugo.
Rabelais leyendo. Retrato anónimo de principios del siglo XVIII
François Rabelais según Gustave Doré (1894).
Sátira de la Révolución francesa. Gargantúa y los miembros del clero caricaturizados como pájaros, una alusión explícita al Quinto Libro , consultan al Oráculo para conocer el futuro de la monarquía.
Extracto del manuscrito del Estudio de Flaubert sobre Rabelais.
En un primer escrito sobre Rabelais, Flaubert escribió que ningún nombre se citaba con tanta injusticia e ignorancia.