[1] Julio Verne usó tal expresión como título de su primera obra teatral.
Era ley entonces (dictada para evitar que la gente maleante explotase a los posaderos) que quien se hallase en tal caso, había de sufrir pena de cárcel y de azotes.
En ella debía salir también Rabelais, quien, no pudiendo pagar, no tenía más remedio que ser encarcelado y azotado.
Por otra parte, Rabelais tenía necesidad absoluta de proseguir su viaje y ante el apuro, se puso a ingeniar medios y ardides para habilitar recursos al instante con que satisfacer la cuenta de la comida.
Algunos autores le atribuyen una significación amorosa, parecida a las que Ovidio designa en su Ars amandi con el calificativo de la oportunidad de la seducción.