Así, estas figuras se realizan desde tiempos ancestrales con colores vivos y detalles característicos invariables para, según la creencia, facilitar una imagen mental común.
Actualmente, y para santos aún vivos o de vida reciente, se usan también fotografías.
La Iglesia afirma, desde sus orígenes y siguiendo la tradición judaica, que sólo Dios es santo.
Los santos inscritos en el martirologio romano son los declarados por la Iglesia católica como indudablemente presentes en el Cielo y, por tanto, pueden ser objeto del culto público, el llamado culto de dulía, a diferencia del culto de latría, que no debe dirigirse más que a Dios.
El papel de los santos en la Iglesia y entre los creyentes ha evolucionado mucho durante la segunda mitad del siglo XX.
La última edición de esta obra, editada por el padre Herbert Thurston, S.J.
y el autor británico Donald Attwater, contiene las vidas de 2,565 santos.
Como hecho curioso, la vida de San Ladislao estuvo envuelta constantemente de milagros y revelaciones, donde tras sus rezos, Dios convertía monedas en piedras, atraía hordas de animales para alimentar a su ejército y ángeles con espadas incandescentes volaban a su alrededor protegiéndolo, todos estos motivos que no aparecen en las crónicas sobre San Luis, el cual es el característico rey-santo-caballero gótico, contrapuesto a San Ladislao, quien es el rey-santo-caballero del periodo románico.
[10] La santidad es para la Iglesia ortodoxa una participación en la vida de Cristo, y los santos son llamados así en la medida en que son cristóforos, es decir, suficientemente obedientes a la figura de Cristo como para representar fielmente su imagen, ser su icono.
La Iglesia Ortodoxa ignora la noción de bienaventurado, palabra que equivale a santo.
En contextos de la Iglesia alta, tales como el anglo-catolicismo, un santo suele ser alguien a quien se le atribuye (y a quien generalmente se le ha demostrado) un alto nivel de santidad.
Según este uso, un santo no es, por consiguiente, un creyente, sino alguien que ha sido transformado por la virtud.
La veneración de los santos a veces es malentendida como adoración, en cuyo caso es denominada con sorna “hagiolatría”.
Sin embargo, tal práctica rara vez se halla en una liturgia anglicana oficial.
El Anglicanismo Histórico ha hecho una distinción entre la intercesión y la invocación de los santos.
(«Y ahora levántate, oh, Señor Dios, hacia tu reposo, tú y el arca de tu fuerza: que tus sacerdotes, oh, Señor Dios, se revistan de salvación, y que tus santos se regocijen en la felicidad!»)En la Biblia tan solo una persona es expresamente llamada santa: “Cuando en el campamento tuvieron envidia de Moisés y de Aarón, el santo del Señor”.
No creen en la santidad de los evangelistas, por ello les quitan el apócope 'san'.
Pablo dirigió una epístola 'a los santos que están en Éfeso, y al fiel en Jesucristo' (Efesios 1:1.).
En su epístola a los efesios, Pablo utilizó al santo de palabra por lo menos una vez en cada capítulo.
Algunos piensan erróneamente que la palabra, cuando se refiere a una persona, implica la beatificación o la perfección.
Un santo es un creyente en Cristo y sabe de Su amor perfecto… Un santo sirve a los otros, sabiendo que más de uno sirve, la más grande oportunidad para el Espíritu para santificar y purificar.El término hebreo para la santidad (en hebreo: קדושה qedušah) significa «apartamiento» o «separación».
Así, por ejemplo, el «Lugar Santísimo» del Templo de Jerusalén era el santuario más reservado del mismo, separado espacialmente del resto de los atrios, para significar su propiedad especial por parte de Dios, y esta «santidad» se extendía a Jerusalén, la «ciudad santa», los «días santos» reservados para el culto a Yahvé, y también se extiende al pueblo hebreo (elegido por Dios para recibir la Ley y transmitir las profecías bíblicas).
En el Judaísmo popular existen las peregrinaciones a tumbas de personajes y profetas del Antiguo Testamento como, por ejemplo, la tumba del Patriarca José en Nablus,[15] o bien, visitan las tumbas de eminentes rabinos, místicos y cabalistas como Najman de Breslav en Ucrania[16] o Isaac Kaduri en Israel.
El sunismo conoce los wali, expresión susceptible de ser traducida como santos.
Para este último caso se podrían citar como ejemplo los llamados Siete santos de Marrakech, venerados en el islam popular marroquí, y la veneración de la tumba del místico Yalal ad-Din Muhammad Rumi en Turquía, entre otros.
Los practicantes del hinduismo hacen reverencia a sus gurús, santones o siddhas, maestros espirituales de vida ascética.
El término “Sant” aún se aplica libremente a individuos vivos y comunidades relacionadas.
[17] La santería cubana, el vudú haitiano, la umbanda y el candomblé brasileños, así como otras religiones sincréticas, adoptaron los santos católicos, o al menos sus imágenes, y les aplicaron sus propias deidades.