Resurrección

El término resurrección (del latín resurrectĭo, -ōnis -3.ª declinación-; derivado del verbo resurgo: 'levantarse, alzarse, resurgir, renacer') hace referencia a la acción de resucitar, es decir, de dar nuevo ser o nueva vida.

También se atribuye la resurrección de una mujer, que llevaría treinta días sin respirar, al filósofo griego Empédocles de Agrigento (siglo V a. C.), asimismo divinizado por sus seguidores.

La creencia en Osiris atrajo muchos seguidores y se convirtió en la más importante de la religión del Antiguo Egipto: aquella que, con su resurrección, venció la muerte garantizando la vida eterna.

Entendida en las Sagradas Escrituras primero como rescate del šeol, en algunos casos como retorno a la vida anterior, y luego como continuidad en la vida eterna de toda la persona humana, el vocablo «resurrección» termina por asumir con el cristianismo su acepción por antonomasia: la resurrección de Jesucristo, la Pascua, el paso de la muerte a la vida.

Los milagros de resurrección operados por Elías y Eliseo van aún más allá: muestran a Dios vivificando a los muertos mismos sacándolos del šeol, al que habían descendido.

Este tipo de «resurrección», no para la vida eterna, sino como reanimación o retorno a la vida anterior, se repite en el Nuevo Testamento como se detalla más adelante.

La Biblia hebrea también hace referencia a la «resurrección» con un sentido metafórico, implicando una verdadera liberación.

Según la Biblia, en esta etapa ya se transmite como una certeza fundamental que haya que aguardar el reinado de Dios y el triunfo final de su pueblo.

Más aún: En la Biblia el término significa volver a la vida o reanimar como cuerpo físico (creencia ampliamente aceptada entre los israelitas), jamás aparece el concepto de unión cuerpo/alma.

En cambio, describen distintos momentos en que Jesús resucitado se manifiesta a testigos escogidos.

En efecto, tanto los fariseos como los esenios sostenían su firme apoyo a la otra vida, mientras que los saduceos la negaban.

[11]​ El tema de «los dioses que mueren y resucitan» se suele asociar con el análisis de James George Frazer, en su obra La rama dorada («Golden Bough: A Study in Magic and Religion», publicado por primera vez en 1890).

Si bien este sistema de «mito-ritual» estaría representado particularmente por dioses como Atis, Adonis y Osiris, Frazer consideró que es general a todas las religiones y, aunque no hizo referencia directa a los relatos de la muerte y resurrección de Jesús, fue tomado como antecedente por todos aquellos que lo consideraron un mito.

Osiris en Egipto, Tammuz en la Mesopotamia asiática, Baal en Canaán, eran dioses de este género.

La intención de McCabe fue, sin dudas, asociar esta «estructura mental universal» con la visión judeocristiana.

Según Doherty, la creencia en Jesús surgió solamente entre las comunidades cristianas del siglo II.

[17]​ En el «Comentario Bíblico "San Jerónimo"»,[18]​ obra dirigida por el biblista Raymond E. Brown y colaboradores, reconocida por su rigurosidad, se comenta que «los críticos del siglo XIX, que negaban toda historicidad científica a los documentos bíblicos, veían mitos por doquier» (op.

Si bien en las leyendas abundan los elementos míticos, el monoteísmo israelita los hizo inofensivos y eliminó sus aspectos más groseros».

En la misma obra, John L. McKenzie comentó el tema del mito entre los diferentes aspectos del pensamiento veterotestamentario, en los siguientes términos: Desde otro ángulo, la discusión académica sobre el «mito de la resurrección» quizá obnubila otra posible relación entre los mitos antiguos y la resurrección de Cristo, que bien pudo intuir «poéticamente» J. R. R. Tolkien (1892-1973), escritor, poeta, filólogo y profesor universitario.

De hecho, el famoso novelista C. S. Lewis, quien en su juventud fuera un ateo interesado por la mitología y el ocultismo, debió a esta interpretación de su amigo Tolkien su conversión final al cristianismo.

La charla se prolongó hasta las cuatro de la mañana, y fue recogida por Humphrey Carpenter en J. R. R. Tolkien, una biografía.

Según Endsjø, este dilema no puede explicarse por referencia a las creencias platónicas, donde todas las formas de la resurrección corporal eran consideradas igualmente absurdas, o a la tradición judía, que no sabía de ninguna resurrección y subsecuente inmortalización de un solo individuo antes del fin del mundo.

Sin embargo, volviendo al material griego más tradicional, se encuentra que la idea de la resurrección corporal no era en absoluto desconocida.

Este énfasis, esta voluntad de subrayar tan deliberada, obedece en ambos casos al mismo propósito.

Estatua de Asclepio , encontrada en un santuario dedicado a él en Epidauro ( Grecia ). Esculpida en mármol, datada de 160 d. C., es copia de un original del siglo IV a. C. En las proximidades de la pierna izquierda, los restos de una serpiente, símbolo de la medicina y de las «ciencias ocultas», ligada a las fuentes de la vida. Museo Nacional Arqueológico en Atenas.
« Eliseo el profeta resucita al hijo de la sulamita». De Benjamin West (1738-1820), pintor estadounidense .
«El martirio de los siete macabeos» (1863), de Antonio Ciseri . Óleo sobre tela en S. Felicita, Florencia . El martirio de los siete hermanos macabeos delante de su propia madre, martirizada al final, constituye el trasfondo dramático para la explicitación en la Biblia griega de la fe en la resurrección de los cuerpos.
«La resurrección de Lázaro», de Caravaggio . Museo regional de Mesina (Italia).
« Tomás el incrédulo», obra del pintor Mathias Stomer (1590–1656). Museo del Prado , Madrid. Según los Evangelios, Jesús resucitado no es un fantasma: su cuerpo es visible, y las llagas de su crucifixión, tangibles.
« San Pablo predicando en Atenas » (1515), obra de Rafael Sanzio (1483-1520). Royal Collection of the United Kingdom. A los atenienses, que creían en la «inmortalidad del alma», Pablo de Tarso les predica en el Areópago la «resurrección de los muertos».
James George Frazer, autor de « Golden Bough ».
Joseph McCabe.
Hermann Gunkel (1862-1932), profesor protestante de Antiguo Testamento en Berlín, quien negó la existencia de mitos propiamente dichos en la Biblia.
Corinto , situada en Grecia a 8 km del istmo y del canal actual, era la capital de la provincia senatorial de Acaya , gobernada por un procónsul. En ese lugar se desarrolló la llamada «Iglesia de Corinto» ( Hechos 18:1-11 ).
«La resurrección» (1532), de Miguel Ángel Buonarotti . Royal Collection, Londres.