El concepto ha dado origen a discusiones tanto técnicas como teóricas en el desarrollo de las ciencias económicas.
Sin embargo, la problemática también se extiende al ámbito macroeconómico, en el cual los cálculos acerca de precios juegan un papel central en la determinación del hipotético equilibrio económico.
Lo anterior implica que, asumiendo competencia, los productos son intercambiados por otros a una cierta «tasa de cambio» fija en el corto o mediano plazo,[nota 4] cualquiera que sea la moneda que escojamos para expresar esa relación: la tasa está determinada por la cantidad de trabajo o valor de los bienes en cuestión.
Eso es conocido como la neutralidad del dinero: variaciones en la cantidad del circulante solo afectan precios nominales, sin que tengan ningún efecto sobre las variables reales (cantidad producida y consecuentemente demandada, etc.).
Sin embargo esa concepción da origen a una variedad de problemas.
Jevons, en total acuerdo con Menger y otros, agrega: «La repetida reflexión y la investigación me han llevado a la opinión, más bien novedosa, de que el valor depende por completo de la utilidad».
[nota 6] En la visión de Ricardo, por ejemplo, se concibe que los diamantes tienen valor porque algunas personas trabajan para encontrarlos y transportarlos a grandes distancias.
Y por el mismo principio, los individuos estarían dispuestos a pagar más por una casa para vivir que por una para vacaciones.
Ventas menores dejan demanda insatisfecha e implican que la empresa no ha vendido tanto como podría.
[nota 8] Algunos autores modernos opinan que pretender volver a esa competencia perfecta es no solo un ejercicio de futilidad, sino que tampoco produciría «una economía de gran estabilidad, crecimiento y eficiencia».
Esto podría justificar la intervención del gobierno a fin de evitar que tales fallos o distorsiones ocasionen problemas mayores.
Desde esta perspectiva no hay un sistema o modo de calcular las variables económicas «en principio» o en abstracto (como, por ejemplo, en el cálculo neoclásico), consecuentemente la única información relevante y posible es el precio, pero, dado que este cambia, no hay seguridad de que el resultado sea correcto o de largo plazo: la acción económica implica un riesgo irreducible.
[nota 9] Así, desde este punto de vista, un mercado intervenido llevaría irremediablemente a la ineficiencia, dado que falsearía la información correcta sobre los precios.
[10][11][12] Otra aproximación alternativa relativamente común es la que se origina en la crítica de Sraffa.
[nota 10] Esa posición hace sentir su presencia, aunque no siempre en forma explícita, en muchos ámbitos, desde la llamada economía heterodoxa a círculos financieros.