La originalidad de su planta reside en su salón central octogonal, al que se le añaden cuatro pequeñas estancias cuadrangulares dispuestas en cruz.
Los grandes ventanales de las fachadas están rematados con mascarones que representan las estaciones, realizados por el escultor del rey Jules-Antoine Rousseau.
La balaustrada superior del edificio se decora con dieciséis grupos de esculturas elaboradas por el mismo autor.
En 1749 se acondicionó un nuevo jardín en los terrenos situados al este del palacio edificado por Jules Hardouin-Mansart.
[5] Se construyó inicialmente una ménagerie o casa de fieras, muy distinta a la de Luis XV (que era más exótica), pues en esta se instalaron únicamente animales domésticos: gallinas, vacas y ovejas.
[11][12] Las expectativas puestas en este nuevo jardín pronto requirieron la contratación del jardinero botánico Claude Richard.
Tras algunos meses de interrupción durante el invierno, los trabajos se finalizaron en la primavera de 1750, y los paneles y decoraciones interiores se instalaron durante el otoño siguiente.
Se inició una primera restauración del pabellón; sin embargo, estas modificaciones no perduraron en el tiempo.
La ornamentación original del siglo xviii estaba realizada con delicados tonos pastel sobre un fondo verde aguamarina.
Ante la dificultad de restituir estas tonalidades, en un principio conocidas pero cuya distribución se ignoraba, se decidió conservar los dorados añadidos en el siglo siguiente, a pesar de no resultar armónicos con el resto del edificio.
[45][46] Por último, la organización de las pequeñas estancias anexas fue restablecida según el proyecto original.
Abarca una gran extensión con zonas de césped rodeadas por flores, cuya regularidad queda interrumpida por cuatro estanques.
[55] Las amplias avenidas paralelas, bordeadas por álamos, delimitan otras sendas dispuestas como túneles verdes, que conducen a la capilla o al teatro.
La planta centralizada, considerada como un símbolo de perfección entre los arquitectos contemporáneos, conserva únicamente las líneas esenciales, lo cual confiere al edificio un carácter magistral más que grandioso.
[60] La combinación de la planta central [nota 5] y de las cubiertas planas que cubren las estancias adosadas[nota 6] vincula a Gabriel con otros colegas ilustres más modernos como Ledoux o Boullée.
[15] El salón central octogonal se ilumina mediante cuatro grandes ventanales, terminados con un semicírculo en forma de cimbra.
[62] Las estancias anexas están dispuestas en forma de estrella y tienen una cubierta aterrazada a la italiana.
Las once menos deterioradas fueron restauradas en 1893, pero las otras cinco fueron reproducidas por el escultor Alphonse Guilloux.
[68] La cornisa del salón central se sujeta con ocho columnas de orden corintio.
[70] Los paneles de carpintería, realizados por Jean-Antoine Guesnon y Christophe Clicot, fueron esculpidos por Jacques Verbeckt en estilo rococó.
[38] Durante la restauración realizada en el siglo xix se añadió un recubrimiento dorado a la decoración de las tablas, reemplazando así los colores pastel originales.
Sin embargo, esta imagen lujosa es contraria al aspecto original de un ambiente campestre.
[38] Durante el Antiguo Régimen, el pavimento se cubría en invierno con una alfombra de la Manufactura de la Savonnerie, realizada por Jean-Baptiste Chevillion, que coincidía con la forma circular del salón.
[46] Las cuatro estancias están dispuestas formando dos ejes diagonales con respecto a las líneas de composición del jardín, que constituyen las perspectivas desde el salón central hacia los edificios que rodean el pabellón.
[41] El suelo era en origen de mármol blanco y negro, aunque en 2008 se sustituyó por un parqué tipo Palacio Versalles.
La tercera estancia, situada enfrente de la entrada, es un calientaplatos, una pequeña cocina donde se mantenían los platos calientes.
[16] Actualmente, la división ha desaparecido y se construyó una escalera que conduce a las instalaciones subterráneas.