Según el modelo de Ptolomeo, la Tierra se encontraba en el centro del universo, rodeada por ocho esferas celestes (los cielos): los primeros siete eran planetas (Luna, Mercurio, Venus, Sol, Marte, Júpiter, Saturno), mientras que en la octava se encontraban las estrellas.
Los teólogos medievales, inspirándose en la doctrina de Aristóteles, introdujeron un noveno cielo, el Primer móvil que no estaba contenido por ningún otro, pero que originaba y alimentaba el movimiento de los otros ocho.
Mientras los nueve cielos están en continuo movimiento, el Empíreo se encuentra eternamente inmóvil.
El poeta dice haber encontrado las tribunas de los beatos, cada uno en el puesto que se le ha destinado, con forma de anfiteatro que el poeta compara con una "cándida rosa".
En el centro, en fin, encuentra un punto muy luminoso, que es Dios, cuya contemplación (durante la cual el poeta entiende los misterios de la Trinidad y de la Encarnación) constituye el objeto del último canto del poema.